Un Celta gélido castiga a un Alavés indolente

Fiel a su nuevo estilo, el Celta sumó otros tres puntos de hielo, que cayeron en su talego porque el Alavés es un colectivo que ya no cree en sus posibilidades. El equipo vasco sólo fue valiente en la pizarra, en la que Mané dibujó un grupo con dos delanteros y un centrocampista de enganche. Porque por lo demás renunció al partido, en el que se vio por detrás de forma prematura: recibió dos goles en tres minutos mediada la segunda parte e hizo la maleta. Con la segunda recién empezada, un penalti extraño que transformó Illie le devolvía a Balaídos, pero ya no estaba el Alavés por volver a desempolvar la ropa.

El Celta no sólo jugó en frío, sino que además lo hizo por detrás de la pelota, la tuviera o no en sus pies. Es el nuevo orden imperante en Balaídos, un equipo brillante en la clasificación y pusilánime sobre la pradera. Y también efectivo, porque de tres ocasiones que disfrutó, dos acabaron en gol y la otra en la escuadra del vilipendiado Dutruel. Dentro de lo poco que jugó al Celta, tuvo el encuentro de ayer algo de rehabilitación, al menos en la alineación, en la que apareció por primera vez un especialista por banda. Gustavo López se escapó con reiteración, y por la de Coudet encontró más profundidad que de costumbre. Eso sí: la tendencia regresiva del equipo le condena a vivir pendiente de sus centrales, por donde emergió un Berizzo que vuelve a ser el jefe del equipo.