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Reportaje:RELIGIÓN

Bautizados sí, pero... ¿cuántos católicos quedan?

Como la encina de Machado ante los avatares del tiempo, la Iglesia católica entró y salió en la Constitución de 1978 "sencillamente como pudo", reconoce el teólogo preferido de los obispos, Olegario González de Cardedal, a propósito de la evolución del catolicismo desde la muerte del dictador Francisco Franco, en noviembre de 1975. Los datos son testarudos: España sigue siendo una nación de bautizados, pero cada año es menos una nación de católicos. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizada en septiembre pasado sobre una muestra de 10.000 consultados, detalla ese descenso vertiginoso en la práctica religiosa: el 46% de los que se dicen católicos "casi nunca" va a misa, y sólo el 18% asiste "casi todos los domingos". El 12,3% acude "alguna vez al mes". En 1960, el 95% de los españoles se autocalificaba de "católico practicante", 10 puntos más que una década más tarde y casi el doble que al comienzo de los años noventa, según el detallado estudio coordinado por González de Cardedal con el título La Iglesia en España 1950-2000.

El 46% de los españoles que se dicen católicos "casi nunca" va a misa y sólo el 18% acude "casi todos los domingos". El 4,6% se proclama ateo y un 1,6% practica otra religión
Salta por los aires la idea de un Norte católico y un Sur arreligioso: Extremadura y Andalucía tienen más porcentaje de católicos que Cataluña y el País Vasco

En el recuento de católicos, ateos y otros religiosos hecho ahora por el CIS se constata, también, una tendencia observada durante la Transición: muy pocos españoles (el 4,6%) se declaran ateos, y el crecimiento de otras confesiones (protestantismo, islamismo, judaísmo) es imperceptible: sólo un 1,6% dice profesar otra religión que no sea la católica.

Del recuento de las visitas a un templo católico, el CIS excluye las que se efectúan por razones sociales: una boda, un bautizo, un funeral, aspecto que no se tuvo en cuenta en los estudios sociológicos hechos durante el nacionalcatolicismo, donde la católica era la religión oficial del Estado, todas las demás estaban prohibidas y perseguidas, e ir a misa los domingos en las zonas rurales era obligado con riesgo de multas o represalias para quienes se atrevieran a incumplir tal precepto eclesiástico. Enfrentado a una corriente contraria, hace unas semanas el prelado de una parroquia extremeña impidió el bautizo de una niña cuyos padres no estaban casados ni pensaban hacerlo.

La cuestión social y regional

La encuesta del CIS refleja también una desigual presencia del catolicismo según regiones y niveles de desarrollo económico y cultural, en una tendencia ya analizada en el informe dirigido por Olegario González de Cardedal, editado por PPC, que incluye trabajos del cardenal Antonio María Rouco y de los arzobispos Elías Yanes y Fernando Sebastián, máximos dirigentes de la Conferencia Episcopal Española en los últimos 10 años.

Regiones como Extremadura (94,4% de católicos), Castilla-La Mancha (91,2%) o Andalucía (86,9%), gobernadas por los socialistas con mayorías absolutas, tienen los mayores porcentajes, mientras que Cataluña (69,5%), Madrid (68,7%) y el País Vasco (73,4%), con Gobiernos presididos por democristianos, o en coalición con partidos que se dicen católicos, están 20 o más puntos por debajo en ese apartado.

Tal situación avala dos conclusiones ya perfiladas en 1999 por el sociólogo Juan González-Anleo, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca: a mayor nivel educativo y mayor interés político, más número de personas arreligiosas. El mapa de los años setenta -Norte religioso, con la excepción de Galicia costera y Barcelona; Centro, de religiosidad media, y Sur, de débil religiosidad- "ha saltado por los aires debido al avance de la secularización en el Norte y una modesta recuperación en el Sur", sostiene González-Anleo.

Por cierto, estos indicadores se traducen cada año casi exactamente en las aportaciones de los católicos a su Iglesia mediante la declaración de la renta: Barcelona ocupa la cola del furgón, con apenas un 22%, casi la mitad que Castilla-La Mancha.

En trance de renacer

"Fue fácil abandonar el pasado, pero está resultando lento y difícil elaborar el presente. Todavía hoy, a 33 años del final del Concilio, nos encontramos con una Iglesia en trance de renacer", afirma José María Laboa, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas. Como él, jerarcas católicos y varios sociólogos afines reunidos por González de Cardedal en el citado informe / cierre del siglo XX, achacan el paulatino descenso de la práctica religiosa a "fuertes corrientes culturales que se originan en las frías latitudes de la secularización y de la modernidad tardía" (González-Anleo); "a la escasa presencia de la Iglesia y/o los católicos en las instituciones de la cultura, en la vida sociopolítica y sindical, y en los grandes medios de comunicación social" (cardenal Rouco); y "a la incomprensión y la torpeza de ciertas reacciones laicistas del socialismo, que avivaron recuerdos del pasado o provocaron polémicas sobre la clase de religión, las subvenciones económicas a la Iglesia y otras campañas", en opinión de Fernando Sebastián, teólogo y arzobispo de Pamplona.

La Iglesia católica salió viva de su interesada complicidad con la guerra y dictadura franquista, pero la encuesta del CIS indica que su lenta tendencia a la baja es ya muy difícil de revertir. "En España pasamos en un momento de la ostentación pública al repliegue de la proclamación sonora de lo católico, al silencio respetuoso ante el prójimo no creyente, quien a su vez quiere imponer silencio al sonido de las campanas o se siente ofendido porque en su presencia se haga en público la señal de la cruz antes de comenzar un viaje, al salir de casa o al iniciar el trabajo". Así resume el teólogo González de Cardedal el sentir de los otros especialistas en el informe sobre la salud del catolicismo español al cierre del siglo pasado.

Ni clericalismo ni clerofobia

TRES JÓVENES aparecen en un concurso televisivo para gente de estudios y memoria. La primera pregunta requiere el nombre de una gran ciudad situada junto a la desembocadura del Misisipí. Respuesta acertada. Se les pregunta también cómo se llamaba el perro enviado al espacio por la ex Unión Soviética. Nuevo acierto. Pero ninguno sabe decir cómo se conoce a los 40 días que preceden a la Pascua, la cuaresma.

Es ignorancia, pero sobre todo indiferencia. La jerarquía católica explica este decaimiento de la religiosidad juvenil en las razones clásicas, por no decir tópicas: el impacto de la libertad sexual, materia en la que los eclesiásticos han perdido toda autoridad, y la necesidad de afirmar la propia independencia rechazando normas de los mayores. Pero las cosas no le van mejor a la Iglesia romana entre las personas mayores, y mucho peor a medida que se sube en la escala social y cultural de los encuestados, según el informe La Iglesia en España 1950-2000. A mayor nivel educativo, mayor número de arreligiosos. Treinta de cada 100 españoles con estudios superiores se declaran arreligiosos, una cifra que baja al 6% entre personas con estudios primarios. Y un 41% se dice católico practicante, porcentaje que sube al 66% entre los creyentes con formación primaria.

Otro síntoma de derrumbe religioso en esta "nación de bautizados" (así veía España en 1978 el cardenal Marcelo González Martín) tiene que ver con el nivel económico, tanto personal como geográfico. El porcentaje de quienes se dicen católicos es siempre alto, pero la práctica religiosa es menor en Cataluña y Madrid que en Andalucía o Extremadura. Parecería que, como en la Francia napoleónica, se está produciendo el proceso volteriano según el cual los que gozan

de un ingreso decente ansían que la gente vaya a misa, con la condición de que ellos mismos

no se vean obligados a hacerlo.

"No hay un solo ateo en Europa entera", ironizaba Voltaire sobre el poder clerical en su propio país. Las tendencias religiosas entre españoles no se alejan del tópico. Lo cierto es que ya no hay ni clericalismo ni clerofobia. Apenas sin sobresaltos, España ha resuelto en apenas 25 años su pertinaz cuestión religiosa, que tanta sangre y dolor ocasionó durante tantos siglos.

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