En busca del amor perdido

Pasó en cine, en televisión; y son precisamente los que la vieron los que ahora más la aprecian en el teatro. Saben el truco esencial, las sorpresas y los juegos, y esperan que se produzcan. Es una manera de degustar el teatro: la otra es el asombro y lo inesperado. Hay algunas comedias donde el público sabe más de lo que está pasando que los personajes, porque el autor se lo ha infiltrado, y gozan precisamente de verles sortear o aprender sucesos que él ya conoce.

Familia -no importa ya hacer revelaciones- es la historia de un hombre solo que contrata a una compañía de teatro para que finja ser su familia durante el día de su santo, y compartan con él la comida, la fiesta y los regalos... Esa familia de actores tiene sus propias relaciones internas que no corresponden, claro, a las fingidas, y no se abstienen de ellas: una pareja de jóvenes que fingen ser hermanos son en su propia realidad amantes.

Creo recordar que en el original el misterio tardaba más en revelarse, y que, antes de conocer el fondo de la cuestión, el público se sorprendía de ella. En todo caso, esta solución es aceptable, y la calidad de los actores que la interpretan en un decorado muy móvil que permite trasladar la acción rápidamente. Pellicena y Ana Gracia, sobre todo, dan fuerza al reparto que dirige Carles Sans y que gusta a un público bastante numeroso.