"A mí esto me gusta"
Figo dice que la presión le estimuló y recuerda a Van Gaal que en el pasado le salvó varias veces
"Yo puedo con todo", decía Figo en el aeropuerto de El Prat, después de terminar el partido contra el Barcelona, el sábado a media noche. Recién peinado con gomina, con el traje oficial impecable, reflexionaba, apoltronado en un asiento, sobre el extraño tifón humano del que acababa de salir aparentemente ileso. La ausencia de Ronaldo y Zidane en la alineación del Madrid había concentrado la ira de los hinchas rivales en su chepa. Se quedó solo y, sin embargo, a fuerza de pedir todos los balones y embestir, logró completar su mejor partido en lo que va de temporada. "No pasa nada", comentaba; "yo puedo con todo, la presión me gusta".
El Castas, como le dice un médico del club, no tenía ganas de ponerse trascendente. Bromeaba. Apoyaba la pierna derecha sobre un bolso de mano y manipulaba el teléfono móvil. Parecía un ejecutivo en periodo vacacional y sus facciones habían perdido el filo que tenían hacía un rato, cuando en medio de la brega los mecheros y los cochinillos volaban zumbando junto a su oído -eso le arrojaron sus viejos adeptos, entre otras muchas cosas, como botellas de whisky, teléfonos móviles, bolas de golf y decenas de envases plásticos de Coca-Cola-.
"Volveré al Camp Nou. Es fantástico para jugar. Lo que no me compete es si debe clausurarse"
"He hecho un poco de publicidad", recordó Figo, bromeando sobre su contrato publicitario con Coca-Cola, cuando le preguntaron por su gesto al coger una de las botellas de plástico de la hierba y lanzarla fuera del campo. El portugués levantó el pulgar de su mano derecha dirigiéndose al público, sarcásticamente agradecido por la publicidad de una de sus marcas. Un gesto que fue interpretado como una provocación por algunos directivos del Barcelona.
"Lo que los hinchas del Barcelona han hecho a este tipo de jugadores les motiva más", ponderaba Jorge Valdano, el director general del Madrid, camino del avión. Figo, como es su costumbre tras los partidos, prefería la soledad. Se subió al autobús que le llevó al avión medio abstraído, firmando autógrafos al personal de pista. "¡Tiene guasa!", le dijo Valdano; "¡te has convertido en un héroe por lanzar los córners!". Figo le miró un poco despistado. "Si metía ese gol, se caía el estadio", le apuntó, recordando su tercer tiro de esquina, desde el fondo norte, junto a los boixos, y que desvió Bonano de un manotazo a boca de gol. "El que se iba a caer eres tú", le replicó Valdano, siguiendo el chascarrillo; "de la que te iba a llover desde la grada si metías un gol".
El portugués estaba entre satisfecho y melancólico. "Siempre será lo mismo", decía; "siempre que venga a Barcelona me recibirán así". Para él, viejo chamán del barcelonismo, no debía de ser sencillo interpretar el papel que acababa de asumir. Lo había conseguido en medio de la acusación masiva, de los pitidos que lo señalaban como tránsfuga, traidor, despiadado. "Ya lo esperaba", comentó; "y entiendo que la gente se manifieste. Es parte de los sentimientos del fútbol. No tuve miedo. Me concentré en hacer mi trabajo y en tirar los córners. No me di cuenta de lo que estaba cayendo; luego, mis compañeros me lo comentaban. También estaba atento a las instrucciones del árbitro porque era el que decía si tiraba los córners o no. Lo que no voy a hacer es dejar de sacar los córners porque Xavi o Gaspart no lo quieran".
Entre los altos cargos del Madrid la intuición era generalizada: a partir de ahora, el madridismo tendrá a Figo en una más alta consideración. El partido, si no para ganar, le sirvió para restaurar su caché en Chamartín, donde nunca le consideraron un hombre mágico. Al contrario, en la conciencia del Bernabéu siempre se ubicó del lado de los meros trabajadores por cuenta ajena. El público le ha exigido eficacia como una prestación imprescindible. Cuando no desbordó o en horas bajas -el último año-, los pitos le llegaron puntuales. Figo nunca ha ocupado el apartado emocional que corresponde a Raúl, Roberto Carlos o Hierro. Tal vez todo cambie a partir de la noche del sábado.
Lejos de perder la calma tras el escarnio en Barcelona, el portugués sólo se indignó con la actitud de su ex técnico, Louis van Gaal, que dijo que debería haber sido expulsado por juego violento y por provocador: "Lo que me sorprende es que Van Gaal, al que he tenido dos años y medio como entrenador, nunca se ha referido a mí en los medios de comunicación social, y eso que en muchas situaciones le he salvado el culo. Lo que me sorprende es que venga a hablar de mí ahora. Creo que si la gente quiere ganarse a sus adeptos lo que tiene que hacer es ganar en el campo, no hablar de mí".
Para concluir, Figo corroboró el eterno retorno: "Volveré. El Camp Nou es un estadio fantástico para jugar. Y espero que la gente que tenga competencia para acabar con este tipo de situaciones lo haga. Cualquier día ocurrirá lo mismo en otro campo. No me compete decir que se debe clausurar el Camp Nou".
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