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Crítica:DORMIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una terraza apacible sobre Entrepeñas

ISLA ALCARRIA, mirador a orillas del río Tajo en Guadalajara

La Alcarria no tiene puerto, pero sí un inmenso mar. El llamado Mar de Castilla, que forman los embalses de Entrepeñas, Bolarque y Buendía cuando el Tajo serpea entre los límites provinciales de Guadalajara y Cuenca, sin duda la mayor mancha húmeda existente en la Península. Un enclave para entregarse, de viernes a domingo, a la contemplación del agua, los bosques y el cielo. La empresaria Teresa Quiles y su marido, José Ignacio Belcia, adquirieron una extensísima finca de pinos y encinas con espléndidas vistas al embalse de Entrepeñas. Un hotelito con renovados encantos ocupa una de las áreas más habitables y de carácter pedestre del terreno (que perteneció a un nieto de Franco, Pocholo Martínez Bordiú).

ISLA ALCARRIA

Categoría oficial: cuatro estrellas. Dirección: carretera N-204, km. 17,5. Pareja (Guadalajara). Teléfono: 949 82 70 04. Fax: 949 82 70 04. Web: www.hotelislaalcarria.com. Instalaciones: jardín, piscina, salón, salón con chimenea, sala de convenciones (30 personas), bar, restaurante. Habitaciones: 3 individuales, 5 dobles y 4 'suites'; con baño, calefacción, aire acondicionado, teléfono, televisión color y albornoz. Servicios: algunos cuartos adaptados para discapacitados, no admite perros. Precios: temporada alta, 85 euros + 7% IVA; temporada baja, 75 + 7% IVA; desayuno, 6 + 7% IVA. Tarjetas de crédito: American Express, Eurocard, MasterCard, Visa. Arquitectura ... 6 Decoración ... 7 Estado de conservación ... 8 Confortabilidad habitaciones ... 5 Aseos ... 6 Ambiente ... 8 Desayuno ... 6 Atención ... 9 Tranquilidad ... 10 Instalaciones ... 6

A menudo, los árboles impiden ver el bosque, pero aquí ni siquiera se atisba el chalé hasta no poner debidamente el pie en la tranquera. Cuatro kilómetros de pista forestal lo separan de la carretera que va de Guadalajara a Pareja. La edificación principal, pegada al terreno como el resto de instalaciones anexas, se mira en el espejo blanquiazul de la piscina, semivolada sobre los acantilados. Un salón coqueto, revestido de maderas, ocupa todo el hueco abuhardillado bajo la cubierta, con salida a una terraza idílica para saborear el verdor matizado del paisaje. Sin perder la mesura de los sabores hogareños, el restaurante, en la planta inferior, invita a una larga y animosa sobremesa...

En dos construcciones anexas se distribuyen los 12 dormitorios, cuyo atrezo revela el gusto de la propietaria por las antigüedades y los perifollos rústicos, algunos de los cuales ganarán personalidad con los años. Aquí unos cabeceros barrocos, allá otros de forja. Ahí unos tristes apliques, acá unas escribanías de madera envejecida. Ninguno se parece a otro, salvo en su austera y mal calculada penumbra. Déficit de iluminación que impide la lectura antes de quedarse sopa entre sus sedosas sábanas.

El cuarto número 3 fantasea con un dosel bordado a ganchillo, mientras el cuatro epata de noche con una bañera-piscina alicatada bajo la bóveda del antiguo aljibe. Menos proclives a las aventuras decorativas, los cuartos de baño responden con seriedad a las exigencias de higiene y comodidad de la vida en el campo. En proyecto figura un embarcadero para las lanchas de los residentes de las urbanizaciones ribereñas. A una hora de fueraborda, Isla Alcarria tiene visos de convertirse durante el fin de semana en un paraíso para aprendices de robinsones.

ALREDEDORES

LAS ORILLAS del embalse de Entrepeñas ofrecen multitud de parajes únicos para echarse

a descansar en medio de una caminata por los aledaños del hotel. En plena Alcarria, la tierra de la miel y las abejas, un recorrido en coche es recomendable para desgranar los capítulos del viaje literario protagonizado por Camilo José Cela en uno de sus libros más perdurables: Pareja, Budia, Sacedón, Anguix y su castillo, el salto de Bolarque y Pastrana, en cuya plaza de las Horas miraba entre rejas la princesa de Éboli, prisionera en el palacio de los duques de Pastrana tras su época reformadora junto a Antonio Pérez en la corte de Felipe II. En el extremo apical del embalse emergen dos protuberancias rocosas de corte erótico: las Tetas de Viana.

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