Encuesta
EN UN LIBRO colectivo, entre cuyos autores hay algunos de los nombres hoy más publicitados en el campo del arte y la estética, como Hans Belting o Arthur C. Danto, se plantea la cuestión enunciada directamente en el título: ¿Qué es una obra maestra? (Crítica), pregunta que todos los encuestados dejan sin contestar, bien, en unos casos, porque consideran el concepto mismo de obra maestra un producto cultural ya obsoleto del romanticismo y de la simultánea creación de los museos, bien, en otros, porque se elude la cuestión de fondo con trabajos académicos que estudian fenómenos históricos asociados de alguna manera con aquélla. En cierto modo, no debería sorprendernos este mutismo parlanchín de los autores invitados a pronunciarse al respecto, porque, aunque ninguno lo formule, resulta harto improbable definir lo que hace a una obra de arte magistral cuando nadie ha logrado definir, en nuestra época, qué es el arte más allá de esa obviedad sociológica de que 'arte es lo que llamamos arte'.
Aunque sea un libro póstumo y, como afirma su viuda, 'fragmentado', raya a una mayor altura teórica que el anterior el titulado La confesión de Agustín (Losada), de Jean-François Lyotard (1924-1998), el pensador francés que se convirtió en uno de los más conspicuos ideólogos de la llamada 'posmodernidad'. Escrito cuando su autor se debatía con la enfermedad que finalmente resultó mortal, la interpelación de Lyotard al san Agustín autor de las Confesiones revela una dramática meditación para desvelar la constitución histórica del mundo interior del hombre a través de esa conciencia temporal que le proporcionó la escritura, que fue cuando el lenguaje pudo fijarse como 'éxtasis', esa parada que nos permitió remontarnos al firmamento y así escrutar 'la piel del cielo como un libro'. Siendo así los hombres parte del 'texto' del universo, 'descifradores descifrables en la biblioteca de la sombra' o 'vaga nada que rompe sobre vaga nada', por emplear algunas de las patéticamente bellas expresiones de Lyotard, poco importa que éste encuentre en la capacidad sígnica sólo la revelación de nuestra condición mortal, mientras que san Agustín, a partir de lo mismo, inquiera la necesidad de un Autor y de nuestra inmortalidad, porque para ambos es en la epifanía de la conciencia del tiempo donde 'la prosa del mundo hace entonces lugar al poema de la memoria, o más exactamente a la fenomenología del tiempo interior'.
No sé cómo, en nuestra actualidad posmoderna, cabe definir qué es el arte, una simple obra de arte o una obra maestra, ni siquiera si merece la pena el esfuerzo de intentarlo, pero estoy convencido de que lo que hace todavía posible tener una experiencia artística depende de la puntual desubicación de la prosa del mundo por el poema de la memoria, aunque la revelación no esté registrada en ninguna encuesta.
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