Compromiso mal entendido
En Riazor no se atrevieron a nada. Ni Ronaldo, ni Figo, ni Zidane, ni Roberto Carlos, las cuatro megaestrellas del Madrid -Raúl no estaba-. A ellos, sobre todo a ellos, les había pedido el club un plus de compromiso para salir de la crisis tolerable. Y los cuatro se aplicaron en cumplir la misión encomendada por sus jefes. Figo corrió heroicamente tras Romero cada vez que subía por su carril, Roberto Carlos se prohibió sus subidas para cerrar a cal y canto el suyo, Zidane acudió presto a las coberturas y Ronaldo incomodó la salida del balón del Depor con la intensidad que ahora mismo le permite su forma física.
Ayudaron, en suma, en los asuntos defensivos de los que días antes se habían desentendido. Pero, a cambio, renunciaron a los aspectos del juego que les distingue de los demás futbolistas: marcar las diferencias, asumir riesgos en ataque y querer el balón para jugársela. Los cuatro limitaron su repertorio a las cosas sencillas: colgar ollas sin profundizar hasta la línea de fondo o dar pases en horizontal. Quitarse el balón de encima, en suma, dejándose llevar más por el temor a las consecuencias del fracaso de sus aventuras que por los beneficios que acostumbran a generar las mismas. Se disfrazaron de jugadores vulgares y corrientes, con un punto inapropiado de cobardía. Y ése no es su rol.
El compromiso con la camiseta pasa, sí, por ayudar en la recuperación de la pelota y el repliegue, por no cruzarse de brazos cuando la pelota la tiene el rival. Pero sobre todo pasa por desequilibrar, por romper los partidos con sus maniobras. Y en Riazor dimitieron. Delegaron ese papel principal a los secundarios, con Solari a la cabeza.
Fue el argentino -luego, también Miñambres- el que encaró una y otra vez en busca de la jugada que abriera al Depor. Perdió muchos uno contra uno, pero no se arrugó nunca. Lo intentó y lo intentó, sabedor de que se necesitaba desborde. Se echó el Madrid a la espalda. Precisamente él, la moneda de cambio que ha utilizado el club para que la operación comercial del año, el culebrón del fichaje de Ronaldo, no acabara mal.
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