20 años
Ya que hemos pasado unos días de revisionismo histórico en donde todos de alguna u otra forma hemos tenido que contestar a la pregunta ¿dónde estabas y qué hacías hace 20 años, cuando los socialistas ganaron sus primeras elecciones? no es mal momento para hacer un esfuerzo memorístico y recordar cómo era nuestro baloncesto en aquellos tiempos. Otoño de 1982. Se jugaba la última liga pre-ACB, llamada simplemente Primera División y que se disputaba bajo el sistema de liga puro y duro a doble vuelta y nada de play-offs. Los equipos contaban con un único extranjero, norteamericano generalmente, salvo escasas excepciones yugoslavas como la del Madrid, donde militaba y deleitaba con su portentoso talento Mirza Delibasic. Andaban por aquí gente como Essie Hollis, jugador a mitad de camino entre el baloncesto tradicional y los circenses Globbertroters o Nate Davis, el primer saltarín con mayúsculas que aterrizó (y nunca mejor dicho) en España. El Tau se llamaba Baskonia, Jiménez apuntaba alto en el Cotonificio, el Estudiantes no era el primer equipo de Madrid y los vestuarios de Ferrol o Manresa no cumplían los mínimos de calefacción exigibles. Mientras Pau Gasol iba a la guardería y le iban saliendo poco a poco los dientes de leche, Madrid y Barcelona se jugaron el título en su doble enfrentamiento, cosa bastante habitual. No es que para ambos equipos fuese cuestión de juntarse cuatro amigos y ganar por 30 los partidos como se ha oído recientemente, pero su superioridad sobre el resto era manifiesta. Santillana, hombre del Joventut de toda la vida, había fichado por el Barça y en agradecimiento metió un palmeo en el último segundo en el Palau que posibilitó un encuentro de desempate en Oviedo. El Madrid fue considerado favorito y el Barça dirigido por Antoni Serra se llevó el título jugando por y para su pareja de francotiradores formada por Epi y Sibilio.
El baloncesto vivía una época de efervescencia apoyada en una doble circunstancia: primero, los éxitos de la selección, que poco antes de que Felipe González y Alfonso Guerra se asomasen al balcón de Ferraz habían logrado el cuarto puesto en el Mundial de Colombia, con victoria ante EEUU incluida.. Segundo, y que también ayudó lo suyo, el hecho de que el fútbol sufriese uno de los estados más depresivos de su historia. El Mundial 82 había sido un fracaso espectacular y los equipos vascos llegaron a ganar hasta cuatro ligas consecutivas. Con los dos motores futbolísticos del país en crisis, con la selección desprestigiada hasta decir basta, el aficionado giró hacia el baloncesto y se encontró con que había vida fuera de un campo de fútbol. Pocos meses después y ya en medio de una expectación hasta entonces impensable, Díaz Miguel y sus muchachos (era la denominación de origen del equipo nacional) daban el siguiente paso en su ascensión a los cielos llegando a la final del Europeo de Francia. Las audiencias millonarias, el protagonismo en los medios de comunicación y la equiparación en el fervor popular de Corbalán, Epi o Fernando Martín a cualquiera de las figuras del balompié duró unos seis años, el tiempo que tardó el equipo nacional en comenzar su descenso a los infiernos y también los años que le costó al fútbol recuperar su autoestima (primero con la Quinta del Buitre y luego con el Barça de Cruyff) y como consecuencia directa, su imparable e incomparable poder de atracción. Pero bueno, para todos los que tuvimos la suerte de vivir aquella época, que nos quiten lo bailao.
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