El Barça suda tinta en El Sardinero
Los azulgrana igualan con esfuerzo un partido que el Racing les puso cuesta arriba desde el principio
RACING
BARCELONA
11
Racing: Ceballos; Pineda, Moratón, Juanma, Sietes; Nafti, Ismael; Morán (Benayoun, m. 64), Munitis, Regueiro (Txiqui, m. 87); y Javi Guerrero (Diego Alonso, m. 76).
Barcelona: Bonano; Puyol, Gabri, Frank de Boer, Navarro; Mendieta (Gerard, m. 46), Xavi, Cocu (Rochemback, m. 74); Riquelme; Saviola (Overmars, m. 61) y Kluivert.
Goles: 1-0. M. 2. Regueiro supera a Puyol por fuerza, Morán centra y Javi Guerrero, que supera en el salto a Mendieta, marca de cabeza con Bonano descolocado.
1-1. M. 39. Falta muy bien lanzada por Riquelme que cabecea Navarro.
Árbitro: Pérez Lasa. Enseñó cartulina amarilla a Ismael, Nafti, Munitis, Juanma, De Boer y Cocu.
19.675 espectadores en el Nuevo Sardinero.
RACING 1| BARCELONA 1
Racing: Ceballos; Pineda, Moratón, Juanma, Sietes; Nafti, Ismael; Morán (Benayoun, m. 64), Munitis, Regueiro (Txiqui, m. 87); y Javi Guerrero (Diego Alonso, m. 76). Barcelona: Bonano; Puyol, Gabri, Frank de Boer, Navarro; Mendieta (Gerard, m. 46), Xavi, Cocu (Rochemback, m. 74); Riquelme; Saviola (Overmars, m. 61) y Kluivert. Goles: 1-0. M. 2. Regueiro supera a Puyol por fuerza, Morán centra y Javi Guerrero, que supera en el salto a Mendieta, marca de cabeza con Bonano descolocado. 1-1. M. 39. Falta muy bien lanzada por Riquelme que cabecea Navarro. Árbitro: Pérez Lasa. Enseñó cartulina amarilla a Ismael, Nafti, Munitis, Juanma, De Boer y Cocu. 19.675 espectadores en el Nuevo Sardinero.
Quizá se deba a que su técnico estudia demasiado sus apuntes, pero cuesta creer que el Barça cambie de traje para jugar en Santander, por muy bien que pinte este atrevido Racing. Así lo decidió Van Gaal, que montó un nuevo jeroglífico para tapar al enemigo y su equipo estuvo contra las cuerdas hasta el último suspiro. Sudó tinta para salvar un empate. Alertado por el desaguisado que armó Regueiro al Madrid, el entrenador holandés le puso a Puyol encima y el hueco de éste como central lo ocupó a Gabri, un chico al que Van Gaal ha concedido el don de la ubicuidad, lo mismo le vale para un roto que para un descosido. Tras unos cuantos días de vídeos y lecturas, el nuevo diseño de Van Gaal quedó hecho trizas en un par de minutos. Lo que tardó Regueiro en llevar a Puyol a la orilla contraria y ganarle un pulso por agallas, lo que ya es difícil. Más fácil era que del centro resultante de Morán, Javi Guerrero, pese a su talla recortada, se elevara ante la pasividad de Mendieta, el despiste de Gabri -el escolta que le había improvisado Van Gaal- y la desorientación de Bonano. Todo un borrón de entrada.
Del rasguño, el equipo azulgrana tardó más de la cuenta en recuperarse, lo que le costó a Riquelme enchufarse definitivamente al partido. El Racing, que para medirse a su gigantesco rival no alteró una sola línea del guión que le ha convertido en el equipo más reputado de este comienzo de curso, le buscó las cosquillas de lo lindo. Preciado ya ha demostrado, en su bautismo en Primera, que no se arruga fácilmente. Como ya hiciera frente al Madrid y el Deportivo, hizo jugar a su equipo con un descaro fenomenal: la defensa adelantada, los extremos bien abiertos y dos puñales velocísimos y bien revoltosos en ataque -Munitis y Guerrero-. Suficiente para desquiciar en ocasiones al Barça, al que empapeló con lija en todas las zonas del campo. La presión asfixiante de los puntas racinguistas cortocircuitaron al equipo azulgrana durante un buen trecho del encuentro, sobre todo en el primer periodo, cuando se vio incapaz de trenzar dos, tres pases.
Con el marcador a cuestas era el momento del nuevo Barça de ataque, el que ha tejido Van Gaal para dar vuelo a Riquelme mientras descansa Luis Enrique. Al igual que en Brujas, el argentino jugó liberado, sin ataduras defensivas y a espaldas de Kluivert y Saviola. Es decir, por primera vez en lo que va de Liga, el técnico apostó por la versión del Riquelme de Boca. Toda una concesión tratándose del dogmático Van Gaal. Un guiño del holandés que dejó todo tipo de evidencias, buenas y malas noticias para el Barça.
Riquelme no es un jugador fácil de acomodar, sin duda. Tanto sus grandes virtudes como algunos de sus defectos le convierten en un futbolista muy peculiar que condiciona a un equipo y requiere un envoltorio muy especial. Él marca la cadencia del juego, precisa sentirse líder y que todo gravite a su alrededor. No atiende a las tareas más engorrosas, tiene tendencia al desmarque cuando su equipo pierde la pelota y siempre demanda ésta al pie, ni un metro atrás ni un centímetro adelante. Vamos, todo aquello que Van Gaal ha repudiado a lo largo de su carrera en los banquillos. Pero en Santander, a su aire, Riquelme fue de lo mejor, incluso para el holandés que le dejó en el campo hasta el final.
Al argentino no le ayudó en nada la confusión de Mendieta y la invisibilidad de Cocu. El primero, ayer sin toda una banda que pilotar, dimitió desde el inicio, más o menos como aquel jugador al que despacharon en Italia. Sin grandes apoyos, Riquelme se buscó las habichuelas como pudo, sobre todo tras el descanso, mejor arropado por Gerard, Overmars y Rochemback. Con ellos se asoció mejor, participó mucho más y hasta se convirtió en el mejor referente ofensivo, aunque le fallara la puntería.
La crecida del Barça hasta el empate final fue proporcional a la mejora del argentino, que multiplicó el trabajo de Nafti e Ismael, los pivotes racinguistas. A éstos les costó mucho más coser el balón y, poco a poco, Regueiro, Munitis y Guerrero se fueron alejando del resto de sus compañeros. Aún así, el Racing jamás dio un paso atrás. Mantuvo el cara a cara hasta el último suspiro. Ni siquiera se alteró cuando el Barça del tramo final, con el empate rescatado, metió una dosis de adrenalina a la noche. A cada asalto azulgrana respondió con otro golpe frente a Bonano. Una actitud encomiable que no le condujo al triunfo porque Riquelme supo domesticar mucho mejor el encuentro en el segundo periodo. Van Gaal habrá tomado nota.
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