En el frente equivocado
Si los responsables de seguridad rusos hubieran sido la mitad de vivos que quienes se dedican a colocar etiquetas políticas en el Kremlin, algo se habría ganado. 50 extremistas armados llegan a la capital rusa. Pero la policía, y el servicio secreto, por lo demás todopoderoso (al fin y al cabo es la empresa del presidente), se entera cuando los chechenos tienen en su poder un teatro con 750 rehenes. Los creadores de opinión del Kremlin responden con más garbo: pocas horas después, han logrado declarar 'terrorista' a un hombre con el que Moscú había negociado hasta hacía poco. Y eso que el Kremlin todavía podría utilizar a ese hombre... en beneficio de Rusia.
Es evidente que el presidente Putin no puede hablar con los líderes rebeldes sobre una solución al conflicto checheno. Mientras se combate enconadamente no hay margen para conversaciones oficiales, versen sobre la independencia de Chechenia o sobre una solución basada en la autonomía. Pero para lo que hay y debe haber margen es para los contactos extraoficiales, secretos. Por parte chechena, el hombre indicado para esos contactos es ese Ajmed Zakáyev que el Gobierno ruso acaba de declarar terrorista y cuya extradición reclama a Dinamarca.
(...) Es raro que las guerras concluyan con una capitulación incondicional. Suelen terminar con negociaciones entre el más fuerte y el más débil. Moscú también necesitará un interlocutor, si es que acaba venciendo en esta absurda carnicería. Y lo necesitará todavía más si al final se ve obligado a buscar una solución para salvar la cara.
Múnich, 31 de octubre
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