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VISTO / OÍDO
Columna
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Ha muerto un comunista

Un comunista en España ha tenido siempre tres enemigos: la derecha, la izquierda y sus camaradas traidores. Bardem: el gran director ha muerto pobre. Rompieron, Berlanga y él, el hielo del franquismo, el cine protegido por el 'interés nacional' en el que campaban directores de mente escasa, viejos pistoleros, nuevos denunciantes. Bardem no dejó de ser comunista en sus películas: sobrentendidos, alusiones, imágenes, hasta discursos. 'Soy un forofo del comunismo', me dijo en un almuerzo a solas, para atraerme a su partido. Le expliqué que no era comunista, que yo era rojo, un hijo del Frente Popular -estuvieron todos-; que había trabajado con los comunistas en la clandestinidad porque creí que era el único partido con poder contra Franco, pero que no podía pertenecer a ningún partido porque era contradictorio con mi oficio, con la libertad de expresión, que consiste en decir lo que se puede de todo lo que se piensa, saber hasta dónde se puede llegar demasiado lejos, y eso está fuera de consignas.

Para él lo primero era ser comunista. Mientras jugaba -perdía- al póquer entre el ácido humo de tabaco; cuando era fiel y amante de María; cuando dormía y se despertaba y, claro, cuando hacía cine, o escribía o charlaba. Para él no había contradicciones: todo lo que hacía era comunista como él. Todo lo que vivía: cuando le llevaba al calabozo, a los medios exilios, o cuando le dejaba sin comer. Oigo voces que dicen que está en la lógica de la vida: él fue todo en el cine español de ruptura, porque le elevaron los comunistas; era coherente que cayera cuando ya los comunistas no pudieron ayudarle. No creo que sea cierto: su cine fue más que el servicio a una propaganda, el reflejo de la vida mediocre; la crítica del fascismo, la exaltación de cosas en las que creía, y fue un gran cine.

El comunista ha tenido en el último año docenas de homenajes, se estaba muriendo. Su partido, claro: en el teatro de la Casa de Campo donde se celebraba su figura en la fiesta de los comunistas: les dije a los que llenaban la sala que si estaban ahí y podían ser quienes eran se lo debían a Bardem, y a otros que no llegaron a vivir : los asesinaron. (Subió al escenario en angarillas; tumbado, porque no podía estar ya en pie, levantó el puño y cantó la Internacional: con todos).

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