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Reportaje:

Vuelve Overmars, empieza el Barça

El extremo, fiel reflejo del mandato de Gaspart, reaparece después de criticar a los médicos

Ramon Besa

Marc Overmars (Emst, 1973) asomó ayer por el Camp Nou por vez primera en lo que va de temporada y en un desborde sorprendente, digno del mejor extremo izquierdo del campeonato, puso a los servicios médicos del Barça a caer de un burro cuando se le preguntó por los avatares de su última lesión, una parameniscitis en la rodilla derecha, que le llevó a pasar por el quirófano en mayo pasado en Holanda. Más o menos vino a decir que si había tardado tanto tiempo en curar no era por su carácter hipocondriaco ni por ser un pupas de mucho cuidado ni tampoco por tratarse de un futbolista pusilánime sino porque los doctores del club no acertaron a diagnosticarle el mal que se le presentaba cada dos por tres. 'No me detectaban nada por culpa de una placa metálica', se quejó. 'Jugué todo el año con dolor, mitigado por inyecciones y pastillas, hasta que dieron con lo que tenía al practicarme una artroscopia. Pero todo eso ya pasó y ahora ya estoy listo'.

Fue un lamento por lo menos sorprendente porque el doctor Ricard Pruna, infalible en sus diagnósticos, cuenta con la confianza absoluta del vestuario, desde Van Gaal hasta el último jugador. El doctor admitió que las dos resonancias magnéticas que se le practicaron a Overmars no reflejaron la parameniscitis, aunque el uno de abril ya se acordó que la artroscopia se le practicaría en mayo en Holanda, para que antes pudiera jugar la semifinal de la Liga de Campeones ante el Madrid. Ocurre, sin embargo, que de tantas veces como se ha quejado Overmars, cuesta adivinar el alcance de su dolor, el motivo de su nueva lesión.

Nadie como Overmars expresa el desconcierto del Barcelona y personaliza la gestión de Joan Gaspart como presidente azulgrana desde el año 2000. Overmars simboliza el despilfarro al que se entregó Gaspart para combatir la huida de Figo, y que a día de hoy se sitúa en 30.000 millones de pesetas (180 millones de euros). El presidente en persona negoció con el Arsenal la contratación por 6.600 millones de pesetas (39,7 millones de euros), suma que le convierte en el fichaje más caro de la historia del club y, al tiempo, en uno de los menos rentables: nueve goles en 79 partidos de los 132 disputados.

Hay quien sostiene en el vestuario que 'Overmars juega a la carta', tal que tuviera el calendario metido en la cabeza y administrara sus fuerzas. Del curso pasado, por ejemplo, sólo se recuerda una aparición suya, aunque solemne: el Barça ganó en Anfield con un tercer tanto de Overmars que conmocionó Liverpool. Fue una jugada de 66 segundos, con 28 toques y rematada a la red por el extremo (1-3).

Al fin y al cabo Overmars se siente el representante de una especie en extinción, la de los extremos, y, como tal, procura cuidarse sin perder una singularidad que a veces le convierte en un simpático despistado. Por ejemplo: puede haber quedado con un periodista después de un entrenamiento, no acordarse hasta mitad del camino de regreso a su casa, y volver sobre sus pasos para no faltar a la cita.

La gente le mima como a pocos, y entre ellos el entrenador, que le considera un jugador desequilibrante. Overmars ha dicho que Van Gaal le ha prometido que puede jugar en dos sitios, sin desvelar cuales. Podría ser que jugara por Motta o Luis Enrique, de manera que Riquelme ya no sería una segunda opción sino la tercera, aunque también podría desenvolverse por el flanco derecho. Igual resulta que la entrada de Overmars le da al dibujo del técnico la racionalidad de la que ahora parece carecer. Puesto que su punto de partida es la raya, Overmars permitirá ensanchar el campo, dará velocidad al juego (es imparable cuando recibe la pelota perfilado hacia el campo contrario), y obligará al rival a defender con un lateral. Pocos como él abren, desbordan y tiran para pasar o poner buenos centros. Rápido y profundo, lo tiene todo como extremo. Ocurre que Overmars puede haber sido muchas cosas y, sin embargo, por su fragilidad aún no ha sido nada.

Los hechos, de momento, le dan la razón a Arsène Wenger, el técnico del Arsenal que en 1997 fichó a Petit y Overmars por 2.400 millones de pesetas y tres años después los vendió por cuatro veces más. Wenger estaba convencido de que Petit estaba harto del fútbol inglés y que Overmars era un jugador que difícilmente podría mejorar por las lesiones que acumulaba. La clarividencia de Wenger contrasta con la confusión del Barça, que a día de hoy recupera a su fichaje más caro y no se sabe por quien jugará. Y es que de los trece jugadores que llegaron en los dos primeros años de Gaspart, sólo juega uno y lo fichó la afición: Saviola. Overmars, en fin, refleja los vicios que tiene el Barça al tiempo que es portador de unas virtudes que sólo se le suponen. Vuelve Overmars, empieza el Barça por enésima vez.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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