Lección de humanidad
Nacho Duato convocó a su santísima trinidad: Mats Ek, William Forsythe y Jirí Kylián. Son tres pilares de la danza contemporánea mundial, artistas de referencia, creadores de un lenguaje diferente y un estilo propio. Con tanta divinidad junta, sucedió lo previsible: una bendición de buen baile cayó sobre el teatro de La Zarzuela (Madrid). Todo quedó impregnado de la humanidad de Ek y de la descarga de alta tensión de Forsythe.
Mats Ek siempre mira a la danza con ética. El compromiso con el hombre -como sucede con Béjart- es su sello. Para él, sólo lo moral es bello. Lo demuestra con el Solo for two (1996), presentado por la Compañía Nacional de Danza (CND). Un hombre en pijama azul sueña, y en su quimera aparece la mujer amada. Ella, en un camisón beis, le corresponde con otro ensueño. Florece un mundo de pasiones y sentimientos: un dúo de amor de una intensidad psicológica y una comunicación emocional impresionante, brillantemente ejecutado por Tamako Akiyama y Thomas Klein.
Compañía Nacional de Danza
Director artístico: Nacho Duato. Sueños de éter: Nacho Duato / Marcel Landowski. No more play: Jirí Kylián / Anton Webern. Solo for two: Mats Ek / Arvo Pärt. Enemy in the figure: William Forsythe / Thom Willems. Teatro de la Zarzuela, 3 de octubre 2002.
El coreógrafo sueco conmueve por su autenticidad. Crea sin trampas. Con una narración limpia, directa, transparente: la chica se rasca su trasero sin complejos; el chico simula una erección. Ek sabe qué dice, cómo lo dice y por qué lo dice: mean, gritan, vibran, copulan... Todo discurre sin disfraces estéticos, sin la retórica de la artificiosidad tan recurrente en la ópera, el teatro o el ballet de hoy en día para disfrazar un mediocre contenido con un vistoso continente.
Manicomios y doncellas
Este apego al ser humano lo avalan muchas obras en sus décadas de carrera. Situó Giselle en un manicomio estremecedor; llenó El lago de los cisnes de seres calvos y transgresores; creó una Carmen ambientada en la guerra civil española; trató con humor y reverencia, en Niños viejos, la cara y la cruz de la infancia y la vejez; convirtió a La bella durmiente en una doncella yonqui, o revistió su Bernarda lorquiana con un toque humanista. 'No tengo la ambición de perpetuar mi estilo, probablemente morirá conmigo', ha manifestado alguna vez Ek. Tiene razón: se puede transmitir un lenguaje, pero nunca un temperamento.
El remanso de amor de Ek abrió camino a la descarga eléctrica de Forsythe. Casi electrocuta los cimientos de La Zarzuela. Enemy in the figure (1989) es una muestra de la capacidad de invención de este coreógrafo. El primer mandamiento de su creación es el orden. Una prodigiosa distribución de la geometría del cuerpo y del espacio escénico preside este trabajo. Pero el creador de la naturaleza puede destruirla. Llega el caos, el desorden y la deconstrucción. El blanco queda cubierto por el negro. La luz cede ante el avance de las sombras. Los bailarines viajan del silencio y de la respiración pausada, a ese uso tan personal de la pirueta o el fouetté arabesque; del paso lento de un proyector sobre ruedas y de su luz arrojada sobre un gran muro, a la violencia extrema de las formas del cuerpo. Así, este Enemy in te figure (lució más limpio en el Teatro Real el año pasado) parece un avión al despegar: siempre va hacia arriba con una propulsión mágica.
Duato y Kylián abrieron la velada. El director de la CND ambienta sus Sueños de éter (1986) en una atmósfera de opresión. Ocho mujeres (excelente el trabajo de las bailarinas) padecen las angustias de la vida. Hay dolor y sufrimiento.
No more play (1988), de Kylián, es una pieza bonita. Sin más. Una pequeña miniatura de bella factura carente de emoción. El acertado diseño de luces pone toda la intención que le falta a la coreografía.
Un vértice de la santísima trinidad obró el milagro. Se llama Solo for two: un sueño de amor de más de veinte minutos. Quizá el espectáculo más apasionante de danza visto en Madrid en los últimos tiempos.
Babelia
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