Denominación de origen

Llevan un nombre que empezó a oírse hace 75 años y es historia de la música cubana: el del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, que revolucionó el son tradicional de las regiones orientales de la isla, añadiendo la trompeta al sexteto de voz, cuerda y percusión, y que estuvo en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

Allí se le ocurrió a Piñeiro lo de 'una linda sevillana le dice a su maridito: / me vuelvo loca, chiquito, por la música cubana' (Suavecito). Un Septeto Nacional que tuvo en sus sucesivas formaciones a cantantes como Abelardo Barroso, Marcelino Guerra, Bienvenido Granda o Carlos Embale, y del que ya no queda ninguno de sus fundadores.

Sublime para el alma

Piñeiro escribió que 'el son es lo más sublime para el alma divertir', y la actual versión del Septeto Nacional no dejó de recordarlo.

Tras varios lustros de indiferencia han pasado por aquí la Vieja Trova Santiaguera -un recuerdo para ellos, que acaban de cortarse la coleta-, Compay Segundo, Eliades Ochoa, Ibrahim Ferrer, Rubén González, El Septeto Santiaguero y también decenas de formaciones soneras de méritos no siempre acreditados... Así que pasearse con esa denominación de origen obliga. Pero el glorioso pasado no siempre se ve reflejado en el espejo. No busquen innovaciones sonoras porque aquellos cubanos pioneros cedieron el paso a unos músicos mucho más previsibles.

El Septeto presentaba un nuevo disco, Poetas del son, con guarachas, guajiras y montunos, y cuando a Eugenio Rodríguez una mujer le pidió que hicieran algo del Buena Vista Social Club, él le respondió muy digno que el son del Nacional es distinto.