Los novios de los 100 metros
Madrid recibe a Marion Jones y Tim Montgomery, el nuevo plusmarquista, que no descarta competir en la Copa del Mundo
'Si suelto la bolsa, quizá pueda llegar hasta aquella escalera del fondo en menos de diez segundos', bromeaba ayer Tim Montgomery (Gaffney, Estados Unidos, 1975), el hombre más rápido del planeta. Pero Montgomery no tenía ganas de acelerar el paso y recorría sin prisa los pasillos del aeropuerto madrileño de Barajas arrastrando un carrito de metal con una maleta negra.
El nuevo rey de la velocidad es liviano pese a sus 178 centímetros. Luce un bigotillo fino, lineal, que se le curva bajo la nariz con cada sonrisa y, la verdad, sonríe permanentemente. Atento, simpático, educado, comentaba su hazaña de París, donde el pasado sábado redujo el récord de los 100 metros lisos a 9,78s, aparcando en la estadística la anterior plusmarca, 9,79s, en poder de su compatriota Maurice Greene.
Montgomery; 'Mi récord es bueno para todos, incluso para Greene. Hay que correr más deprisa'
'Feliz, soy un tipo feliz. ¿No se me nota?', decía Montgomery sin perder de vista la espalda de su chica, la velocista también norteamericana Marion Jones, vigente campeona olímpica de su distancia, que caminaba unos cuantos metros por delante.
Jones y Montgomery llegaron ayer a Madrid para participar, el viernes y el sábado, en la Copa del Mundo. 'Fue una sensación increíble. Espero que se repita. Lo cierto es que todavía estoy un poco en estado de shock. Estoy en una nube', insistía Montgomery, que reiteraba con los ojos como platos que se siente 'feliz, muy feliz'.
'No sé si correré la Copa del Mundo porque acabé hecho polvo después del récord y todo depende de cómo me recupere', desvelaba el atleta mientras avivaba el paso y alcanzaba a su novia; 'aunque me gustaría, porque me han dicho que se corre en una pista muy rápida y querría comprobarlo'.
Ambos se estaban partiendo de risa al ver los esfuerzos de los fotógrafos, que corrían de espaldas para captarlos de frente, para conservar el equilibrio y no caer rodando sobre el suelo pulido de Barajas. Jones parecía conforme con ceder todo el protagonismo a Montgomery, a pesar de ser la única mujer que ha ganado cinco medallas en unos Juegos Olímpicos (Sydney, 2000) y le acariciaba el dorso mientras sonreía y, orgullosa, proclamaba: 'Ha demostrado que es el mejor. Ha impresionado a todo el mundo'.
Mientras tanto, él hablaba de su gran rival, Greene, y guiñaba un ojo antes de comentar: 'Esto, mi récord, es bueno para todos, incluso para Greene. Ahora habrá que correr todavía más deprisa. La competencia siempre beneficia a todos'. 'Es un gran reto para mí. Ahora, cada enfrentamiento con Greene será un gran reto', aseguraba sin querer hacer ninguna referencia personal hacia su antagonista.
Jones, que parecía una niña traviesa y no paraba de reír, se aventuraba a hacer algún comentario en español y a saludar: 'Hola, ¿qué tal están?'. Otro acompañante de la pareja, un fornido ayudante, mostraba menos pericia en el uso del castellano y jaleaba a un chico del aeropuerto con un '¡ándale, ándale!'. Mitad en inglés, mitad en un español dubitativo, pero más o menos correcto, Jones confesaba: 'Nunca he estado en Madrid. Me hacía mucha ilusión conocer esta ciudad. Por ver cómo es y también por competir en la Copa del Mundo'.
La prueba se celebrará en el estadio de la Comunidad de Madrid, conocido popularmente como La Peineta, y está enmarcada en los actos de promoción de la capital en su aspiración a ser sede de los Juegos Olímpicos de 2012. Jones participará en los 100 metros, en los 200 y en el relevo de 4x400.
Montgomery y Jones, rodeados de cámaras, consiguieron arrastrar sus carritos hasta el exterior y, ya en la calle, se toparon como bienvenida a España con una lluvia caliente y pegajosa. Les dio igual. Ayer tenían ganas de estar de buen humor. Agarrados por la cintura, se refugieron bajo el techado exterior de la terminal de llegadas internacionales.
Una furgoneta Chrisler, gris, llegó poco después y aparcó justamente en la puerta. Ambos -y este periodista- se metieron dentro del coche y encontraron en él un periódico del día siguiente a la gran marca de Montgomery. Los dos juntaron las cabezas y comentaron las fotos. Las uñas de Jones señalaban la imagen de su novio. Se abrazaron y miraron con un poco de sorpresa infantil el diario mientras el conductor subía sus maletas.
Jones explicó entonces a este periódico el porqué de su pequeño manejo del español: 'Mi madre es de Belice. ¿Se dice Belice, no?. Ella habla bien el español'. Montgomery, acurrucado junto a la ventanilla, no se enteraba muy bien de lo que se estaba hablando, pero asentía. Y ella se despidió repitiendo: 'Estamos muy ilusionados'. Jones agitó la mano y el motor arrancó. Había que abandonar la furgoneta, que ya enfilaba en dirección al hotel Puerta de Madrid, en el que ambos residirán durante toda esta semana.
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