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Columna
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Patronal

Siendo terrible, lo peor no es que el PP haya tronchado el principio de Arquímedes con la cumbre federalista de los socialistas de la antigua Corona de Aragón (puesto que su fuerza de reacción ha sido desmesurada con respecto al peso político del asunto), sino que la patronal valenciana se haya dejado arrastrar por ese vendaval mediático palaciego y haya tenido que salir en tromba a descalificar al PSPV sin otros motivos que los del argumentario popular. Porque, con toda la perspectiva descrita desde los días de UCD y AP, que el PP todavía esté rebañando el bidón del anticatalanismo como principal nutriente de su discurso político contra la oposición ya no debiera sorprender. Y no sólo porque Unión Valenciana pueda estar en un tris de regresar y en el horizonte se intuya una catarata demoscópica, sino también porque al fin y al cabo ése es su idioma político materno y constituye un recurso que se ha demostrado muy eficaz para erosionar al adversario socialista. Por eso el PP siempre ha dado un paso adelante (la zanahoria de la Acadèmia) y dos atrás (el oportuno fantasma de los Países Catalanes). En público, claro, porque en privado los más discretos sólo sonríen, mientras que el resto se parten de la risa. Y eso es lo que hay (la gran herencia centrista de Abril y Broseta); y así lo encontramos y así lo dejaremos. Pero el auténtico drama para los valencianos es que nuestro dinamismo económico, que resulta muy inquieto en varios ámbitos (y una prueba de ello es el colosal movimiento de mercancías del Puerto de Valencia, que lleva un pulso muy reñido con el de Barcelona), no haya destilado aún un empresariado no ya políticamente equidistante en sus organizaciones, como quizá mereceríamos, sino que simplemente no quedara orgánicamente solapado en el PP. Y sobre todo que fuera lo suficientemente empresario para saber que, como criticaron los socialistas valencianos en el criminalizado encuentro, el Puerto de Valencia recibirá una inversión de 27,5 millones de euros frente a los 155,8 previstos paras las instalaciones portuarias de Barcelona. Y eso es Madrid (el PP) quien lo decide.

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