Zarrabeitia y Laiseka, arriba y abajo
El corredor del ONCE-Eroski alcanza el liderato y el del Euskaltel sufre una horripilante caída
Mikel Zarrabeitia y Roberto Laiseka son vizcaínos, amigos y rivales desde juveniles, cuando Zarrabeitia, más precoz, era un crack y Laiseka, siempre un bicho raro, era famoso por sus golpes de genio. Zarra, el brillante, pasó muy joven a profesionales. Entró imparable. A los 24 años, en 1994, terminó segundo la Vuelta, el jamón de un bocadillo con el monstruo Rominger por delante y el envejecido Perico por detrás. 'Después de aquella Vuelta tuve muchos sueños', dice el ciclista de Abadiño. Sueños frustrados. Allí se quedó: hernias, accidentes, caídas, mala suerte por todos los lados, le convirtieron en el pupas del ciclismo español. Un buen corredor sin brillo. Mientras, Laiseka seguía el camino inverso. Se hizo profesional a los 25 años, cuando se creó el Euskadi, y sin moverse de allí, y lentamente, empezó a mejorar y mejorar hasta convertirse en un escalador espectacular que alcanzó su apogeo con la espléndida victoria en Luz Ardiden el pasado Tour. Dos vías divergentes que, curiosamente, volvieron a cruzarse ayer, pero en sentido contrario.
Las suelas de las zapatillas de Juan Mari Irigoyen, el médico de la Vuelta, están rojas, marrón rojizo, más bien, el color de la sangre seca, el color de la sangre de Roberto Laiseka. Ya se habían acabado las Alpujarras y los ciclistas iban por autovía de Dúrcal a Granada cuando a Laiseka, que, fiel a su costumbre, iba por la cola y hacia la derecha, se le rompió la horquilla. Vio la rueda delantera cobrar vida propia y, sin saber cómo, se vio de morros en el suelo. Espasmódica, la pierna derecha se encogía y se estiraba cuando, alarmado, temiéndose lo peor, llegó el médico. 'Vi cómo chorreaba sangre y pense en una hemorragia gorda y también pensé en que se había dado un golpe en el oído y que, como no lleva casco, se había partido la base del cráneo, y me dije que de ésa no salía', dice Irigoyen, quien se calmó inmediatamente al ver al triste Laiseka totalmente consciente. 'El corredor tenía un buen corte en el labio inferior hasta la barbilla, y eso sangra mucho', dice el médico. 'Lo llevamos a urgencias y ahí le coserá un plástico, que ahí hay que dar puntadas pequeñas con micropuntos. Y también le tendrán que restituir alguna pieza dentaria'. En la ambulancia, Laiseka, a quien daba charla constante el médico para vigilar que no perdiera el conocimiento, le pedía a Irigoyen que no le dejara solo, que tenía miedo, y que llamara a su madre para decirle que no había peligro.
La relación de Zarrabeitia con su director, Manolo Saiz, es de amor-odio, de corredor que, a veces, no se siente lo suficientemente valorado y de director que sucumbe a la tentación de endurecerse más de la cuenta. Más de uno le reclamó al director del ONCE-Eroski, cuando la contrarreloj por equipos, que debería haber tenido el detalle del liderato para Zarrabeitia, ejemplo de fiel trabajador para la casa, pero quizás haya sido mejor así, que Zarrabeitia alcanzara su primer maillot de líder en su novena Vuelta por sí mismo, trabajando para el equipo por delante. 'No me lo esperaba', dice el de Abadiño. 'Yo iba por delante, de freno para las fugas, pero me fui con Zubeldia y me vi allí. Pero no me hago ilusiones. Sé que mi papel es el de trabajar para Igor y Beloki, mis líderes. Yo no puedo ser el líder, y es normal que Saiz no confíe en mí porque ni yo mismo confiaría. Sí, gané en junio la Bicicleta Vasca, pero luego fui líder en la Vuelta a Burgos y fallé'.
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