Un minuto de silencio, por favor
Se montó un cierto incidente al finalizar el paseíllo. No se habían acordado de que era lo justo y natural, guardar un minuto de silencio por el fallecimiento reciente de Manuel Chopera. Y la afición tomó la palabra. Era de suyo el reconocimiento, la oración y el respeto por quien durante la década de los ochenta regentó Las Ventas.
Después, la tarde, entoldada y con una pertinizaz lluvia intermitente, transcurrió sin excesivo relieve artístico. Fue una de tantas en las que algún novillo se dejó dar pases, otros presumieron de asperezas, aquél avisó que no le iban a dar ni la hora y era menester andarse con tiento y buena lidia. Mientras tanto, la luz natural declinaba, y la artificial estaba dispuesta a poner brillos sobre lentejuelas y albero.
Antonio José Blanco tuvo una actuación digna en el primero, el de su confirmación, que le dio pocas opciones, al que despenó de una buena estocada. En su segundo pasó el trago como pudo, dado el genio del novillo y su poco rodaje torero.
Sergio Aguilar, muy decidido en su primero, al que saludó con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, realizó una faena de muleta de buen corte, con desniveles y excelente templanza, cuando enganchaba el muletazo a modo. Se llevó una voltereta al citar por el pitón derecho, que no tuvo malas consecuencias. En el quinto pasó fatigas ante el malaje colorado, que por cabeza tenía una aviesa devanadera.
Salvador Cortés, estuvo firme de planta en el de su presentación, en el que aguantó por naturales, con un valor sereno a tener en cuenta. Y en el sexto empezó templadillo, muy orientado. Pero ahogó un algo la embestida del manejable novillo, y aquello fue perdiendo color, sin que llegara nunca a tener cuerpo, solidez.
