_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Centro descabalado

Descabalado es todo aquello incompleto o desajustado. Y cuando uno, tras corta ausencia, divisa de nuevo la pujante capital de La Plana, viene a preguntarse una vez más por el por qué urbanístico de un Castellón descabalado, y mangas por hombro un verano más. No hay ni una sola ciudad del llamado Arco Mediterráneo con un perfil arquitectónico semejante. Y es que el dinero fácil de la especulación del suelo tuvo y tiene aquí su agosto desde hace décadas. Y sigue sin verse otro horizonte que no sea ése, aunque dirija la ciudad un modoso alcalde de derechas estrechamente relacionado con los temas del urbanismo y la arquitectura. ¡Qué le vamos a hacer! Aquí no ha cuajado todavía en nuestra derecha esa preocupación por las cosas bien hechas y completas cuando de un urbanismo se trata que haga agradable la vida ciudadana, un factor nada desdeñable en el llamado estado del bienestar, que desde hace tiempo procura la derecha europea, homóloga del PP.

Claro que descabalado o desajustado no encuentra uno tan sólo el perfil de su entrañable ciudad o un clima veraniego que no merece tal nombre. Incompleto a todas luces encuentra uno la realización del programa electoral con el que nuestro omnipresente PP ganó las últimas elecciones. Y eso cuando los próximos comicios están a la vuelta de la esquina. Las grandes realizaciones como el trasvase del Ebro, el polémico y quizás innecesario aeropuerto Costa de Azahar, la llegada de los trenes de alta velocidad, el tratamiento integral más que necesario de los vertidos industriales o los residuos del porcino, el inicio o culminación de las infraestructuras viarias que se necesitan para enlazar los dinámicos núcleos industriales de estas comarcas valencianas tan laboriosas -cuestiones todas ellas con remite y sello del adalid provincianista Carlos Fabra-, son poco o nada, o pegarle patadas al charco de la verborrea preelectoral, de su natural siempre descabalada.

Como descabalada y desajustada fue hace nada la negativa del Ayuntamiento a los grupos gays y lesbianas que impidió a éstos utilizar un recinto municipal. Miren ustedes por donde, vecinos, peligraba a lo mejor la imagen de una ciudad con perfil más que destartalado. Consumada liberal y centrista como es nuestra derecha, temería a lo peor que Vizcaíno Casas, miembro destacado del Consell Valencià de Cultura, levantara su índice y tachara a la derecha castellonense de connivente con locas y mariquitas. Dicho sea con todo respeto hacia quienes sienten y se comportan de forma diferente a la mayoría moral.

Y es que anda nuestra derecha un pelín descabalada. Más descabalada si cabe cuando proclama a los cuatro vientos un liberalismo y un centrismo que nos hace a todos miopes o ciegos porque no lo vemos. Pero esas proclamas liberales y centristas son sólo eso: proclamas. Cuelgan estos días en las calles alemanas pancartas y vallas publicitarias con leyendas relativas a las elecciones parlamentarias germanas del 22 de septiembre. Una de ellas rezaba: '¿Dónde está en realidad el centro?'. Y la respuesta era: '¡Oh, está muy bien situado por donde la derecha!' Lo mismo que se viene a concluir cuando uno vuelve a su ciudad y divisa un perfil urbano tan desajustado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_