Hogar, desplumado hogar
No hay casa como la de uno, por muy desordenada y aun llena de avisos y facturas, cuando se regresa del veraneo. Aunque haya sido un veraneo con la meteorología plantándole cara al sol, el turismo en números rojos, la ciudadanía y hasta los cuerpos de seguridad vapuleados por la violencia pindonguera, los brotes de legionela en Alcoy y Segorbe, y el sobresalto de los tiburones, por alguna de nuestras playas. Pero apenas los barandas inician el curso político y se grapan los fondillos al sillón de mando, cómo se las gastan: dejan el caos en un puro espejismo - pero qué insolación la suya, paisano-, y tiran de estadística: ¿fíjese bien aquí, lo ve?, pues son unas décimas de inglés más que el año pasado, para que murmuren; y lluvia para la agricultura, que es una bendición; y los cuatro inmigrantes indocumentados y delincuentes de cada día, dando la vara; y poco más. Y de tiburones, nada, tintoreras, que son escualos pezqueñines, y se ríen de su ingenio, quizá para disimular esa otra especie bípeda de tiburones, con el distintivo de la manada propia o de cercanías, que merodea por los patios de la banca y la recalificación del suelo. Pero el cronista que anota en su dietario los eventos consuetudinarios o no que acontecen en la rúa y en el Palau, no se impresiona ni se abruma con tanta gloria. En su dietario, consta su propio sondeo de opinión, a pie de playa y de granizo: ¿Cuántos presidentes del Consell hay?. Tres, a saber: Zaplana, Olivas y Camps; pero un solo presidente verdadero de la Generalitat: el ministro de Trabajo. Cómo afina el personal, y eso que parecía como si se fuera a hacer el longuis de por vida.
En un apunte marginal, recomienda a los cargos públicos del PP y a los que guardan turno, que en sus ocios y aun en sus negocios, se ejerciten en la distracción unamuniana de la cocotología, que es el noble arte de elaborar pajaritas de papel, en vez de dedicarse a hacer encuestas, y algo de vudú, que es el desastre de perder el papel y hasta los papeles, en los sótanos demoscópicos, y que además tiene trazas de oficio plebeyo y de mandados por Aznar o su sucedáneo valenciano, con aspiraciones espirituales de llegar a sucesor: No dejarme empantanados los deberes de agosto, que la tendremos; ya sabéis, escribirme cien veces: En las elecciones locales y autonómicas ganaremos por mayoría absoluta. Luego que os lo sellen, y a la cadena, es decir, lo enviáis a cien amigos de confianza, y éstos a otros cien, y así sucesivamente. Si cumplen, les daremos una vuelta en alguna lista para concejales; si no, ni un euro de inversión en los solares aledaños a los nuevos parques y campos de golf.
También se puede leer en el dietario del cronista una advertencia a los del PSPV. Francisco Camps no es el candidato más fúnebre de España, sino el candidato más menguante de la Comunidad Valenciana, y ya casi en vísperas. Desde el atentado terrorista de Santa Pola entró en combustión y no da ni una. El Sindicato Profesional de Policía Uniformada que lo puso de inmaduro e irresponsable, y la oposición piden que dimita como delegado del Gobierno. Pero, ¿ dónde se oculta Juan Cotino?, ¿Aguantará Camps hasta el próximo Consejo de Ministros?. Aun hecho un tostón, tiene un destino fatal: no dejar a Zaplana sin sombra.
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