El otro Valero cumple su sueño
El hijo de Rivera, técnico del Barça, llega con 17 años al primer equipo azulgrana
Nunca fue presionado para ello, pero Valero Rivera hijo cogió el mismo camino que su padre. Un día, hace ya diez años, apareció en su casa y le dijo que había elegido el balonmano como primer deporte. 'Nunca le planteé que lo hiciera', asegura el técnico del Barcelona, que ha ganados 64 títulos desde que asumió su banquillo en 1984. 'No me dijo nada especial', recuerda el hijo, 'pero se alegró. Lo curioso, es que mi decisión no fue por él. Fue porque mi mejor amigo lo eligió. Me gustaban más el fútbol y el baloncesto'.
Valero hijo tenía entonces siete años. Ahora, con 17, ha cumplido uno de sus sueños: incorporarse al primer equipo del Barça, con el que se entrena desde julio. Probablemente no será una situación cómoda para el padre y el hijo, pero ni uno ni otro renuncian a nada. 'Si lo he hecho es porque creo que tiene nivel para prepararse con nosotros. Habría actuado igual con cualquiera', se apresura a puntualizar el padre. Es probable, sin embargo, que su hijo se pase como suplente la mayor parte del año. Considerado un buen extremo izquierdo, la posición que acaba de dejar vacante Rafael Guijosa, los planes del entrenador no van por el momento tan lejos. 'Lo primero que debe hacer es mejorar algunos aspectos físicos y de juego', asegura; 'puede que actúe en algunos partidos, pero deberá ganárselo. En el curso pasado saqué alguna vez a Víctor Tomás, de 17 años, porque se lo merecía'.
La evolución de Rivera hijo ha sido impecable. Comenzó a jugar en el colegio Safa y a los 13 años entró en los cadetes del Barcelona, dirigidos por Àlex Barbeito, hermano del ex azulgrana Fernando. 'Era más joven que los demás, como mi amigo Sergio', recuerda; 'fichamos los dos y siempre hemos evolucionando juntos'. Últimamente, formó parte del equipo juvenil, que se proclamó campeón de España en Alcobendas. Allí descubrió uno de los inconvenientes de ser hijo de Valero: 'La gente lo sabe.En Madrid me reconocieron, me silbaron y me insultaron. Hay que saberlo llevar'.
'No obstante', reconoce, 'ser su hijo me ha ayudado en otros aspectos. No me ha favorecido nunca, pero he podido comentar con él mis partidos, ver los vídeos, que descubriera mis defectos y me explicara cómo mejorar'. Perfeccionista como su padre, aspira a más. Debe progresar en los aspectos defensivos, pero intuye el contraataque y sale disparado hacia el extremo para recibir el balón y marcar como Guijosa y Ortega, sus ídolos. 'Me falta físico y debo ganar más fuerza para defender y más velocidad para atacar', admite. Puede que se sienta más incómodo por estar bajo las órdenes de su padre que por entrenarse junto a jugadores a quienes ha visto mil veces en directo o en vídeo. Le queda aún un largo trecho: 'Mi objetivo es llegar a ser titular y algún día a la selección'. El padre nunca ha querido implicarse en la carrera de su hijo. 'Se lo ha ganado sólo y estoy orgulloso de que esté en mi equipo', explica antes de resumir sus virtudes: 'Cavar me dijo un día: 'Tú hijo tiene buena mano'. Tiene mucha lógica y ve bien el juego'.
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