La danza se cuela en el museo
Dies de Dansa se despliega por la Fundación Miró y otros paisajes urbanos de B
Al filo de un estanque que bordea con la nada, una Penélope morena desovilla y a continuación enrolla una densa madeja. A su espalda está el vacío y, muy por debajo de éste, una Barcelona inmensa, lejana y también densa. El ovillo crece y mengua mientras la chica sigue el ritmo sinuoso de una canción en portugués. Desde el centro del estanque la observa una escultura de Miró, Lluna, sol i una estrella, y unos metros más allá, decenas de espectadores contemplan el cuadro en movimiento. Penélope es una bailarina cubana, su nombre verdadero es Gianelis Brooks y espera a su particular Ulises en la Fundación Miró de Barcelona, uno de los escenarios urbanos que este fin de semana acogen las actividades de Dies de Dansa.
Ésta es la 11ª edición del festival, dirigido por Juan Eduardo López y organizado por la Associació Marató de l'Espectacle. Son, pues, 11 ocasiones en las que de un modo masivo y organizado, se ha dado pie a la danza a salir de unos escenarios y unos circuitos cerrados para desplegarse por la ciudad y abrirse a un público dispar. Tras el prólogo de la sesión inaugural, celebrado el viernes por la noche con cóctel, música y, cómo no, baile, el Pati Nord y las terrazas de la Fundación Miró albergaron la primera parte del programa del sábado que, como hoy, tuvo sesiones de mañana, tarde y noche.
Bajo el despiadado sol del mediodía de ayer, Gianelis Brooks aguantó con una sonrisa permanente los ocho minutos de Enredant-me, una coreografía íntimamente relacionada con el espacio del museo de Montjuïc. La bailarina tuvo su recompensa porque el espectáculo, creado por Olga Sasplugas en íntima relación con el espacio, concluyó con la intérprete en el agua del estanque. Un remojón que sin duda despertó la envidia en más de uno de los numerosos espectadores: a quienes habían acudido a la fundación atraídos por el reclamo de Dies de Dansa se sumaban muchos turistas que hicieron un hueco en su recorrido por los fondos artísticos del museo para disfrutar del espectáculo gratuito. Para conjurar el calor, algunos no tuvieron reparo en echar una ojeada a la mochila y, a falta de sombrero, cubrirse la cabeza con un bañador o cualquier otra prenda lo suficientemente grande.
Pero la temperatura no causó bajas y por unos momentos, viendo la entrega del respetable, flotaba en el ambiente la vana ilusión de que se han acabado los días de crisis de público para la danza contemporánea. El principio elemental del baile es el movimiento, y los espectadores comulgaban con él sin rechistar para poder seguir las coreografías en los distintos espacios al aire libre del edificio.
En la terraza superior, una decena de chicas mostraban los resultados de su paso por el taller del bailarín y coreógrafo Philippe Saire, celebrado unos días antes y centrado justamente en la relación entre el cuerpo y la riqueza arquitectónica de la Fundación Miró. De nuevo en la planta baja, la compañía de Gilles Baron y Aude Arago, ayudada por tres parejas de veteranos bailarines, ofreció la ironía de su pieza La petite danse. Dos seres ansiosos por ser amados, por complacer al otro y ahuyentar el miedo a la soledad, en una narración fragmentada y llena de guiños cómicos.
Y tras esta propuesta, otro peregrinaje hacia la terraza superior en la última excursión de la mañana. El reclamo, esta vez, un dúo entre la bailarina Anna Huber y el percusionista Fritz Hauser, embarcados también en la exploración del espacio común entre baile y arquitectura que impulsa Dies de Dansa.
Para quien desee sumarse a este recorrido por los territorios de la danza contemporánea, el viaje tiene hoy numerosas etapas: El parque Güell (12.00 horas), la Casa dels Creadors de la Sociedad General de Autores (16.30), Caixafòrum (18.00), de nuevo el parque Güell (20.45) y el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (22.30); en este último espacio, todos los peregrinos que hayan acumulado en su cuerpo las ganas de bailar podrán hacerlo en un escenario público.
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