Ernie Els sienta la cabeza
El surafricano, líder; Woods, a dos golpes, y Sergio García, a cuatro
Theodore Ernest Els, Ernie, el surafricano de 32 años que vive bajo el sol que más calienta, el de las Bahamas, se alió ayer con la fina lluvia del Mar del Norte para revolucionar el conservador torneo británico. Els regaló imágenes para congelar en una exposición, firmó una tarjeta impecable de 66 golpes, lidera el Open con -6 junto al japonés Maruyama, Waldorf, Tway y el irlandés Harrington y aguantó la fuerza tranquila pero demoledora de Woods, que, piano piano, ya está a dos golpes del liderato. García se disfrazó de calculadora y tras una monótona sucesión de hoyos par tras par en la primera parte de la jornada, sacó su genio en la último tramo y con dos birdies practicamente consecutivos en el hoyo 15 y en el 17 acabó dos bajo par. El español, a cuatro golpes, se colocó en el selecto grupo que pisa los talones de Els.
Ayer desapareció el sol, se levantó la bruma y los jugadores apostaron por dirigir la bola hacía los greens, olvidándose de la bandera. Prudencia. La leyenda de Muirfield, ligeramente pasada por agua, contuvo la imaginación de los participantes. Disciplina, bolas rectas y a pasar el día, fue la consigna. Una receta que García y Woods aplicaron con suerte muy parecida. Al estadounidense le valió para cercar el liderato sin haber mostrado apenas nada de su repertorio. A Sergio, aunque empezó aún más rígido que el californiano, también.
Sólo Els y el veterano escocés Colin Montgomery decidieron aliarse con el riesgo. Premio. El surafricano, por ejemplo, embocó directamente desde uno de los profundos bunkers del campo y enseñó el golf que le ha llevado a ser uno de los más regulares en los grandes torneos durante los últimos años. En la primera mitad del recorrido Els encadenó siete birdies y se acercó a la mejor marca en nueve hoyos del Open, en posesión del inglés Durmian con 28 golpes en 1983. Desde su triunfo en el abierto estadounidense en 1997, Els ha sido segundo, en 2000, y tercero, en 2001, en el Open. Este año puede que gane el hombre que según todos los analistas posee el mejor y más natural swing del circuito y una de sus peores y menos ambiciosas cabezas.
Montgomery, siete veces consecutivas número uno europeo, coleccionó cinco birdies y los redondeó con un eagle. 'Fue en el quinto hoyo y a partir de ahí supe que era mi día', comentó muy ufano el hombre de la casa. Monty está a dos golpes de la cabeza.
El que no tuvo su día fue Jiménez. El malagueño se despidió del torneo por la puerta trasera y agudizó la crisis de juego y confianza que atraviesa. Otro tanto le sucedió a Olazábal, fue incapaz de superar la grisura del primer día. Ayer firmó un golpe sobre par y dijo adiós sin ruido. El guipuzcoano volvió a jugar un golf rácano y medroso. Larrazábal, el otro español, se despidió con cuatro sobre el par y concluyó una participación discreta en su primera aparición como profesional en el Open Británico.
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