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Reportaje:TOUR 2002 | Décima etapa

Por fin los Pirineos

Llega la montaña, ¿se desvelará el 'enigma Armstrong'?

Es como si Lance Armstrong leyera a los clásicos. Lucien Petit Breton, ganador de los Tours de 1907 y 1908, escribió para una revista francesa las crónicas del Tour de 1910. Aquel año los organizadores aportaron una novedad: por primera vez se recorrerían los Pirineos de cabo a rabo. Una etapa, Luchon-Bayona, de casi 300 kilómetros, y cuatro puertos, Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque, caminos de piedra y barro, bicicletas de 20 kilos, una epopeya. Petit Breton los sube en coche, pero en su narración se admira de los forzados pioneros. No sólo eso. También añade un detalle técnico relativo al uso de los desarrollos. Habla de gustos, de que a algunos, como a Faber o Lapize, les gustaban las relaciones grandes, y que usaron uno que desarrollaba 4,65 metros por pedalada, y que subían los puertos alternando la marcha a pie, arrastrando la bicicleta, con el pedaleo. Pero que hubo otros que preferían ir más ágiles, que Garrigou iba con un desarrollo de 4,30 metros o, más aún, que Trousselier iba en 3,65 metros, equivalente a un 39/23 actual. Estos dos, los antecedentes más lejanos de la obsesión por la pedalada ligera de Armstrong, fueron precisamente, los únicos que no desmontaron de la bicicleta en ningún momento. La etapa, y el Tour, la ganó de todas maneras Lapize, pero es porque marcó las diferencias en los descensos.

Armstrong perdió la contrarreloj de Lorient en los descensos, donde anduvo excesivamente ligero de desarrollo, dicen los técnicos, pero que lo hizo aposta, que no quiso cambiar porque es un hombre de apuestas fuertes y que, de hecho, lo que hizo fue entrenarse para los Pirineos. Son datos, opiniones, polémicas, los pasillos que dan vida al Tour mientras no pasa nada, intentos de dar respuestas al enigma Armstrong. Pero hoy llegan los Pirineos, el Aubisque y el Tourmalet hasta La Mongie, hasta la zona que está a sólo cuatro kilómetros de la cima, una etapa corta pero temible. Hoy, se espera, llegarán las respuestas claras. O no.

El norteamericano habló por televisión. Habló de su mito, de la historia, de cómo siempre ha atacado en el primer puerto de cada Tour, en la primera llegada en alto, en Sestriere 99, Hautacam 2000, Alpe d'Huez 2001. 'Pero lo hacía sólo para probar a mis rivales', dijo. Y no aclaró si mantendrá la práctica para acabar con las especulaciones. 'Lance este año no tiene prisa, está muy cerca del líder, a 26s, y no a más de 30 minutos como el año pasado'.

Pueden ser ganas de mantener el suspense, otra película del americano, pero sus rivales, por si acaso, están preparados. Y hambrientos. 'Tengo ganas de que lleguen los Pirineos', dice el líder, Igor González de Galdeano, mientras que a su compañero escalador, Joseba Beloki, se le hacen los ojos chiribitas. Espera la llegada de los escaladores, el cambio de Tour, a ver qué pasa de una vez. 'Sí, tengo hambre de Pirineos', confiesa Óscar Sevilla, que ha sufrido más que ningún año en el llano, que tiene ganas de competición porque apenas ha corrido esta temporada, entre otras cosas porque se cayó en la Dauphiné Libéré y por eso es por lo que arrastra una ciática, un dolor que le baja por la pierna izquierda que requiere los manejos del manipulador cada tres días y que le hace incómodo el pedaleo. 'Pero espero que no se me atraganten'. Su plan es moverse por delante con los demás escaladores, mientras su compañero Botero se queda a rueda de los líderes.

A Francisco Mancebo le han mantenido este año sin correr en Francia hasta el Tour para que no se sature de carreras francesas, que le gustan tanto que da más de sí de lo que debe. Así que el abulense es el más hambriento. También es el más callado. 'Me siento bien. Estaré bien', dice, y se va a tomar un café. Nunca especula.

En la peluquería del village de salida guarda cola Heras. Armstrong, su jefe, le ha pedido que esté a punto, que llega su día. ¿Llegará por esa pelada la solución al enigma Armstrong?

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