El Juli salió a hombros
El Juli salió a hombros y esto hay que decirlo porque fue una realidad notarial. Sin embargo, las tres orejas que cortó, una a su primero y dos a su segundo, fueron regalos de un público amable, facilón, encantador, angelitos de las esquinas y otros etcéteras de dulcedumbre.
Es lástima que sea una plaza de Pamplona donde desde una hora antes de la corrida es una continua fiesta hermosa y ejemplar. Es lástima, digo, que luego a la hora de contemplar el festejo ese público sea tan dulzón y pida orejas por faenas que no valen nada. Esas faenas que suelen ser todo humo, es decir, eco del fuego.
El primer toro de Manuel Caballero era un colchón de gomaespuma. Algo así como 600 kilos de ropa sucia, que estuvo cayéndose cada dos por tres. Lo pasaportó como pudo y luego a la hora de lavarse las manos cuando acabó con el toro imaginamos el diálogo del torero con su mozo de espadas advirtiéndole que se habían ganado la mitad del sueldo sin ningún esfuerzo. Iba para hacer lo mismo en su segundo toro cuando se dio cuenta que el animal era un bombón. Entonces fabricó una faena a base de derechazos largos, ligados y dos tandas de naturales en la que anotamos en esa serie uno de buena calidad y alguno de ellos con enganchones. Sin duda estuvo por debajo del toro porque a ese animal tenía que haberle cortado las dos orejas de verdad. Caballero se comportó como la imagen de esas viejas promesas que no prometen absolutamente nada.
Lorenzo / Caballero, Juli, Marco
Un galimatías de toros: 3º, 5º y 6º, de Carmen Lorenzo; el 1º, de Sánchez Tabernero; el 4º, de Pedro y Verónica Gutiérrez, y el 2º, de Charro de Llen. Desiguales de presentación, escasos de fuerza los más, buen toro el 4º. Manuel Caballero: estocada tendida (silencio); pinchazo y estocada tendida (oreja). El Juli: estocada caída (oreja); estocada (dos orejas). Francisco Marco: estocada baja (oreja); estocada desprendida (leve petición de oreja). Se guardó un minuto de silencio por el torero José Reina Rincón, muerto en Perú en extrañas circunstancias. Plaza de toros de Pamplona, 10 de julio. Quinta de feria. Lleno.
Con relación a El Juli es posible que estemos ante la cuesta abajo de un joven que ya es millonario. A su primer toro pudo hacerle más de lo que realizó. Algunos muletazos largos y un buen pase de pecho templado, para instrumentar molinetes de rodillas y empezar a torear por alto. Es decir, lo que no hizo por bajo lo quería arreglar toreando por alto. Y en su toro segundo anotamos como meritorio el segundo par de banderillas citando muy en corto, y por eso mismo salió muy ajustado de la suerte. La faena la repartió entre un par de tandas de derechazos aguantando al toro y una serie por naturales también aguantando. Trató entonces de ganarse las orejas mediante el arrimón, el estar cerca de los cuernos de un toro muy quedadito. Ese recurso fácil de fingir emociones asustando al público, para escamotearle el verdadero toreo, a eso José Bergamín lo llamaba 'pornografía de la muerte'. Eso tiene truco. Lo que no tuvo truco fue la estocada certera, volcándose al tirarse a matar. Parece ser que los tiempos en los que se ponía la gorra con galones y se izaba al frente del escalafón empiezan a quedar un poco lejos.
El joven torero de la tierra Francisco Marco es verdad que hace un toreo no completo, e inmaduro y que sus faenas rayan con lo informe. No obstante, está lleno de buenos deseos, de ganas de entregarse. En su primer toro instrumentó unos lances girando la cintura, lo que podíamos llamar lances a la antigua. En la faena de su primer toro, tejida con las dos manos, destacaron los naturales, sobre todo porque toreaba con la cintura. No es que fuera un dechado de perfección, mas algo había de cierto gusto por una estética antigua. Lo que no hay que perdonarle es que se tira a matar buscando el rincón, el golletazo o como se dice en términos calés, 'endiñarle mulé'.
No se trata de trazar en estas líneas una homilía para el público pamplonés. La verdad la tiene que encontrar cada cual por sí mismo. Dicho esto sí cabe argüir que los toreros si saben que el público de tal o cual plaza de toros es benévolo y dulce y poco exigente, los toreros por desgracia dan mucho menos de lo que debieran dar. Ellos piensan que si dando un poquito de lo que tienen les van a otorgar mucho, ¿para qué esforzarse entonces? En suma: para sacar a cada torero todo aquello que lleva dentro, nada mejor que exigir que lo saque de verdad esforzándose al máximo, puesto que es su obligación, dado que ese público es quien le paga porque la función resulte completa y no incompleta. No sé si esto es meternos donde no nos llaman. Aseguramos que lo que decimos lo hacemos por el bien de ese público que es tan formidable como el que se encuentra uno cuando entra en la plaza de toros. Plaza de toros que como se sabe está circundada en parte por una alameda de olmos frondosos que con sus hojas rozan casi los pómulos de la estatua de Ernest Hemingway, que la ciudad de Pamplona erigió hace años como recuerdo al escritor de Illinois.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.