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Las nuevas raíces del 'zar'

Sabonis se entrena de nuevo tras un año de reposo y arraigo en Málaga

¿Hasta dónde hubiera llegado Arvydas Sabonis de no ser por el estigma de las lesiones? Pocos dudan de que habría estado entre los mejores pívots de la historia. Pero tuvo dos elementos en su contra. Por un lado, las maltrechas rodillas y una rotura del tendón de Aquiles; pero otro elemento que frenó su fulgurante carrera fue la época en la que emergió su alargada figura de 222 centímetros, en plenos años ochenta. Por aquel entonces, Lituania, su lugar de origen, era una república soviética. Así que sus posibilidades de emigrar a la NBA quedaron mermadas aún antes de su grave lesión.

Ahora, con 37 años y con cinco o seis kilos de más, ha comenzado a entrenarse después de un año sabático en Torremolinos (Málaga), tras rechazar el año pasado la renovación con los Portland Trail Blazers de la NBA y las ofertas del Barcelona y el Zhalguiris Kaunas, el grande lituano donde se formó. Pero nadie se olvida de él, y el zar tan sólo tiene que decir que está probando su estado físico para tener a dos nuevas novias: el Unicaja de Maljkovic y el Madrid de Imbroda, que fue su segundo entrenador en la selección lituana. Sabonis quiere jugar, aunque no ha decidido dónde lo hará.

Cuando dejó la lluviosa Portland, el pívot lituano decidió perder de vista el aro doce meses porque quería dar un descanso a su tendón y estar cerca de su familia junto a su mujer Ingrida, que fue miss Lituania, y sus cuatro hijos: tres niños y una pequeña de cinco años. En estos doce meses, Sabas ha alimentado su fervor por el sur de España. El flechazo no es nuevo. Le alcanzó cuando fichó por el Fórum de Valladolid en 1989. Nada más llegar al país compró su actual residencia en Torremolinos, hacia donde se escapaba cada vez que tenía un hueco en su agitada vida estelar.Según los que le rodean, ha sido este año cuando el gran zar ha cimentado aún más sus raíces en Málaga, con la consiguiente satisfacción familiar. Sus tres hijos juegan en la cantera del Unicaja y van camino de mirar a los ojos a su padres sin tener que girar el cuello. Zigymantas tiene 10 años y mide 1,59 metros, Tautvydas, con 9 años, le sigue a sólo dos centímetros y Pomas, con cinco años, ya mide 1,48 metros. Dicen que el mayor, al que llaman Zigy, ya apunta maneras.

Sin ataduras, Sabonis ha disfrutado este año de algunas placeres extradeportivos, como los paseos por la playa, el pescaito frito o alguna que otra cerveza con una suculenta tapa, siempre con moderación. Además, son frecuentes las reuniones con ex jugadores afincados en la Costa del Sol como los rusos Sergei Babkov (ex del Unicaja) y Mikhail Mikhailov (Madrid, Estudiantes y Fórum) o el lituano Valdemaras Homicius, con quien ayer apareció para entrenarse en el pabellón Martín Carpena, feudo del Unicaja.

Gruñidos a la prensa aparte, dicen de Sabonis que es amigo de sus amigos, aunque a simple vista parezca un tipo distante. Un factor que podría alimentar su fama de duro eran aquellos estruendos guturales que lanzaba a los árbitros cuando los rivales se colgaban de sus brazos incapaces de detenerle bajo el aro. Aún así, su casa de Torremolinos siempre cada vez está más llena de amigos y de compañeros de equipo de sus hijos, a los que Sabas ha educado lejos de su halo mágico.

Después de un año en blanco, Sabonis se limita a sesiones de tiro y gimnasio, sin que el maldito tendón parezca un problema. Y si el subcampeón de la ACB y el Madrid le quieren, es porque pocos dudan de que aún conserva aquella visión de base, tiro de alero y movimientos de un pívot letal. 'Todavía no me he planteado nada; no sé', es, de momento, lo único que se le ha oído decir a él.

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