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Columna
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¿La verdad?

Por si faltaba poco, ahora se conoce que George Bush también es un estafador de los que sacan provecho de la información privilegiada y burlan a Hacienda. Julio, el director de mi banco, que conoce la sensibilidad de los organismos económicos como un doctor, me dice que nos está pasando lo peor que podía pasar. Los inversores pierden confianza en las empresas y las empresas estafan con la complicidad de las instituciones que les debieran controlar. Sólo faltaba que el presidente de la nación destinado a castigar los fraudes aparezca como otro defraudador. ¿En dónde asentar la fe en la autoridad económica y gubernamental? Porque, además, si las empresas manipulan sus cifras, ¿cómo no recelar de que la Administración haga lo mismo con el IRPF, el desempleo, la tasa de crecimiento, el PIB? ¿Quién controlará esa malversación con tantos o mayores recursos para la ocultación? Definitivamente, la economía ha perdido su naturaleza y parece imposible que tras Enron, BBV o WorldCom no aparezcan innumerables casos que derruyan el pacto de verdad. La mentira es la gran triunfadora de esta crisis, más demoledora que el terrorismo y la Gran Depresión. Así como en la era industrial las ruinas se plasmaban directamente en productos físicos, en la era de la información los artículos que cuentan son los que no se ven. La expectativa, la imaginación, la patente, el conocimiento, valen más del setenta por cien de lo que cuesta hoy un coche. Ahora no tratamos principalmente con enormes estructuras de acero y hormigón, sino con estrategias, no se venden los objetos por lo que contienen, sino por lo que significan. No se otorga el crédito a una empresa porque se la haya observado una dimensión colosal, con incontables metros cuadrados y miles de obreros ingresando en sus naves, sino por la confianza en su ruta. Pero ahora, con las estafas, los mapas, los papeles, las anotaciones, la falaz dirección de resultados, todo es mentira. Habíamos aprendido a vivir con la impostura política, la superchería religiosa, la copia pirata, el pecho de silicona, el plagio intelectual, el sexo de quita y pon. ¿No será que lo único pendiente de falsear eran las cuentas y tras ello acabará de una vez por todas con la desvencijada idea de verdad?

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