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Columna
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El puerto

El Puerto de Valencia se ha situado por primera vez por delante del de Barcelona en tráfico de mercancías, y este acontecimiento ha provocado más inquietud social y política en Cataluña que aquí entusiasmo. Puede que se trate de un dato coyuntural por la saturación de las instalaciones de Barcelona, que según la Autoridad Portuaria no le ha permitido tener un crecimiento sostenido. Pero ni siquiera esa circunstancia negaría la progresión ascendente del Puerto de Valencia en los últimos años. De cualquier modo, el pulso entre ambos puertos no es nuevo ni gratuito, y como consecuencia esa fricción ha somatizado en gran parte el reciente mapa de infraestructuras del Estado. El retraso de la autovía entre Madrid y Valencia estuvo en la médula de ese asunto, con una enorme presión desde Cataluña, que en ese momento tenía la llave de la gobernabilidad y otras sartenes por el mango. A nadie beneficiaba más la tortuosa conexión terrestre entre Valencia y el hiperindustrializado Madrid que al puerto de Barcelona. Y nadie se puede aprovechar más de la postergación de la conexión del AVE entre esas ciudades que el Puerto de Barcelona, que aspira a convertirse en la principal plataforma logística euromediterránea y el punto neurálgico de la red de comunicaciones europea, a costa de sus principales competidores: los puertos de Marsella y Valencia. Para ello, el puerto catalán ha puesto en marcha un plan de expansión que cuenta con la complicidad de todos los partidos políticos catalanes. Eso le permitirá doblar su capacidad con actuaciones de gran envergadura que pasan por el desvío del río Llobregat, la ampliación del puerto, la Zona de Actividades Logísticas y el aeropuerto, así como las nuevas conexiones viarias y ferroviarias (AVE). Es evidente que el Puerto de Valencia está en clara desventaja, y no sólo en cuanto a las inversiones del Gobierno: también en lo que respecta a la comprensión política de que su liderazgo es una garantía de productividad. Si el puerto de Valencia pierde la intercontinentalidad, la economía valenciana estará perdiendo cientos de millones de euros anuales. Por el contrario, en asuntos de ese calado Cataluña no se permite fisuras ni melancolías bucólicas.

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