Cuentas
SEGÚN LA PELÍCULA Pi (1997), de Darren Aronosfsky, Max Cohen, un joven matemático superdotado, anda investigando la descodificación del sistema numérico que rige subrepticiamente el aparente caos del mercado bursátil. Para Max, si las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza, todo lo que nos rodea se puede representar y entender mediante números, con lo que, si se hace un gráfico con los números de un sistema, se forma un modelo. A punto de lograr formalizar el modelo de esa red inmensa llena de vida, la Bolsa, Max se ve asediado no sólo por una firma comercial de Wall Street, que quiere apropiarse del invento, sino por una secta hebrea, que busca la clave numérica del nombre de Dios. De manera que, según avanza la investigación del cada vez más atribulado Max, éste se encuentra con el imprevisto enredo místico entre número y palabra, y, algo todavía más inesperado, que la formalización del modelo del número 'pi' coincide con el símbolo y la sección áurea, la de la espiral áurea. Absorbido por esta vertiginosa espiral, que le ha llevado del número a la palabra y al arte, con lo que ya nada le queda por descifrar, Max, antes de suicidarse, comprende que el número está dentro de él, que su sintaxis sirve para hablar con Dios y que la conversación con Él es de un resplandor cegador.
En 1863, encontrándose de paso en Wiesbaden, Fiódor Dostoievski tuvo la desgracia de ganar una considerable suma en la ruleta, lo que envenenó su existencia, atrapada por la mortífera espiral del juego y el amor, ambos concertados para su destrucción. Nadie que penetra en un casino deja de hacer cábalas, más o menos mágicas, sobre el orden subrepticio que rige el aparente azar de los números, pero Dostoievski logró sobrevivir al peligroso sortilegio gracias a escribir el estremecedor relato de El jugador, que termina con su protagonista, Alexéi Ivánovich, jugándose las últimas monedas, tras lo cual ya sólo están los puntos suspensivos de su fatal encuentro con el más allá.
Etimológicamente, el término 'contar' procede del latino 'computare', que significa 'calcular', ayudándose los antiguos para este menester de cuentas que representaban números. Algunos rezos, como el del católico rosario, también se ayudan de cuentas y, en literatura, un cuento es un relato donde la historia está bien hilada, con todos sus personajes trenzados hasta el final.
Antes de arribar al resplandor que lo ultimó, tras la arrasadora espiral numérica que le llevó a descubrir el orden que rige las cuentas y los cuentos, Max Cohen reconoció que esa ardiente luz era la misma que la que vio al mirar fijamente al sol, cuando, con seis años, desoyendo las advertencias maternas, estuvo a punto de quedarse ciego. En su postrera imagen, Max creyó reconocerse abrazado, mientras lloraba, a una mujer. Después se fundió, pero no sin haber dado antes todo de sí. He aquí cómo hacer cuentas, para lo que basta el número 'pi', es, en el fondo, el cuento de nunca acabar.
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