Antiamericanismo controlado
El reto con Estados Unidos ha amplificado estos días en Corea del Sur un sentimiento antiamericano. El grupo de los Diablos Rojos, una congregación de 60.000 apasionados del fútbol que jamás, según la policía, han causado incidentes violentos, lanzó algunas proclamas en su página internauta. La mayoría, en contra de la existencia de 37.000 soldados estadounidenses en el país, por lo que invitaban a todos a dar la espalda a su himno. No sucedió. El estadio se quedó mudo mientras sonó. En los días previos, Shin In-cheol, líder de los Red Devils, había concedido varias entrevistas para expresar que su grupo sólo alentaría al equipo nacional, 'sin motivaciones políticas'.
Al margen de razones militares o políticas, en Corea del Sur no han olvidado una afrenta norteamericana muy reciente. Todos tienen aún grapado en su retina el disgusto que les provocó la eliminación de su velocista de patinaje Kim Dong-Sung en los recientes Juegos Olímpicos de Salt Lake City. Un 'robo', según los surcoreanos, como recordaba estos días con alardes la prensa local, que benefició al estadounidense Apolo Anton Ohno. Una herida aún no cicatrizada que algunos se tomaron como una ofensa nacional.
En previsión de todo ello, las autoridades pusieron ayer en práctica el mayor desfile policial de los dos Mundiales. Diez mil efectivos, mil de ellos militares, tomaron Daegu. Dos aviones de combate sobrevolaron el estadio desde primera hora y en uno de los montes que lo rodea, en cuyas laderas se ubicaron cientos de personas para ver al menos algunas secuencias del juego, se instaló un dispositivo con misiles.
En Seúl, con 6.000 agentes en alerta, también se reforzó la seguridad, sobre todo en torno a la embajada estadounidense, que estuvo cerrada durante todo el día. El presidente surcoreano, Kim Dae-Jung, que había asistido al bautizo del equipo en Busan, el pasado día 4, declinó acudir al partido para evitar cualquier situación embarazosa.
A lo largo del día apenas se produjeron incidentes, salvo algunos encontronazos entre la policía y activistas antinorteamericanos. Especialmente en Paju, donde unos 500 agentes se las vieron con 200 manifestantes en un funeral por un trabajador muerto electrocutado en una instalación militar estadounidense.
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