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Entrevista:CARMELO ANGULO | Diplomático y representante de la ONU en Argentina

'Europa debe volcarse en la refundación de Argentina y dejar de decir que no vale nada'

Carmelo Angulo (Bilbao, 1947), ex embajador de España en Bolivia y Colombia, ha palpado de primera mano la crisis Argentina. Desde abril de 2001 es coordinador residente de Naciones Unidas en ese país y ha participado, junto a la Iglesia, en la propuesta de acuerdo nacional del presidente Eduardo Duhalde Diálogo Argentino, ¿Queremos ser nación? Acaba de visitar 'a la carrera' España y en Bilbao dio una charla, invitado por la Fundación Sabino Arana.

Pregunta. El título de su conferencia, Dejad de llorar por Argentina, es todo un alegato para poner a la gente y a las instituciones a trabajar en positivo.

Respuesta. Ha habido una especie de acusación colectiva a Argentina, de satanización. El país ha podido cometer errores colectivos, gubernamentales, pero creo que merece respeto. A principios del XX era la séptima potencia mundial, recibió emigrantes por miles, envió carne y productos alimenticios a muchos países y, ahora, los demanda. Pero tiene futuro; tiene infraestructuras y capacidad humana para recuperarse.

'La crisis está tocando fondo, pero aún podría abrirse una puerta a la explosión social'
'La desigualdad, que es más preocupante que la pobreza, hace que no se crea en la democracia'

P. Y ganas para hacer pintadas como 'Basta ya de realidades, queremos promesas' o 'Prohibido robar, el Gobierno no admite competencia'.

R. Ésas y otras muchas. La capacidad creativa argentina en la protesta ha sido inmensa: el cacerolazo, el scratcher, que es una fórmula para acobardar a los políticos. Eso demuestra que hay energía nueva y gran vitalidad en un país que quiere otra realidad. Sería inaceptable que les dejáramos solos. Europa, cuando se abra la negociación con el FMI, debe entrar en la condonación de deuda, que llegue dinero fresco y ayude en las reformas estructurales. Debe abandonar el discurso de que Argentina no vale nada y volcarse en su refundación.

P. Las imágenes producidas por el corralito o los enfrentamientos entre pobres han recorrido el mundo...

R. Ha sido muy duro para un país que tenía una tasa pequeña de pobreza y ahora roza el 50%: más de siete millones, de los que la mitad son niños; un 25% de desempleo, desnutrición, falta de medicinas. Por primera vez aparece el hambre en el conurbano de Buenos Aires. Por eso hay una gran presión ciudadana para que se produzcan cambios. Pero con medidas que no acorralen a la gente, con fórmulas que el país sienta como suyas.

P. Usted se refiere al Dialogo Argentino de Duhalde como una salida al estilo de los Pactos de La Moncloa en España.

R. Se trata de ponerse de acuerdo sobre las reformas políticas, económicas, sociales y culturales. Hay que atarse el cinturón, hacer reformas impositivas, en las políticas industriales y para eso hace falta un gran acuerdo nacional con gobiernos de consenso. Y debe hacerse entre argentinos, porque ahora todos están perdiendo. La crisis está tocando fondo, pero podría abrirse una puerta hacia la explosión social.

P. ¿Qué responsabilidad tienen el FMI y el Banco Mundial?

R. Los organismos internacionales tienen su responsabilidad. Argentina correspondió al modelo de economía privatizada con un rol distante del Estado, donde se privatizó la seguridad social. No se acompasaron las reformas que permitieron la entrada de capital extranjero y las empresas nacionales sufrieron mucho. Hay que hacer una reforma federal, pero también en provincias y municipios. Y el sector privado debe adoptar posturas más constructivas de negociación, sabiendo que el ciclo glorioso ha finalizado.

P. ¿Ve cierto riesgo de efecto dominó en otros países?

R. Ciertamente hay un riesgo de contagio en esta crisis. Parecía que se podía encapsular la crisis argentina, pero vemos que hay problemas de exportaciones en Brasil, las remesas de los emigrantes que trabajan en Argentina no llegan a Paraguay, Bolivia,...

P. El fantasma del fascismo recorría Europa en el periodo de entreguerras. Ahora parece que es la pérdida de fe en las instituciones y los políticos.

R. El problema de la desigualdad, aún más preocupante que el de la pobreza, hace que la gente no crea en la democracia. Existen ya inforricos e infopobres, es la brecha de este siglo que impide a millones de personas a acceder a la información, al conocimiento. Si miramos el Latinobarómetro, vemos que tras los gobiernos militares, la democracia contaba con una credibilidad del 70%-80%. Ahora oscila entre el 30% y el 50%. Las democracias han transparentado los problemas sociales, han hecho aflorar la corrupción. Y esto se resuelve sólo con más democracia.

P. Lo contrario puede ser el mejor efecto llamada para la aparición del populismo y de los movimientos neofascistas.

R. Cuando la gente sólo pida orden y paz por encima de todo, nos saltaremos los derechos humanos y pondremos en riesgo las democracias. Si no resolvemos el problema de la deuda y del comercio internacional, con unas subvenciones a la agricultura y al acero que frenan el despegue de los países atrasados, si no revisamos el modelo, fortaleceremos una economía dual en la que el conflicto será la respuesta de muchos.

P. ¿De ahí la urgencia de encauzar la globalización?

R. La globalización es un tren de alta velocidad que para que se pare en los andenes de los países, éstos deben estar a la altura de las puertas del tren. Y esa altura la da tener una sanidad, una educación, una justicia, un estado de Derecho. Si no existe, el tren de la globalización te pasa por encima. Si no es así, la ola se volverá contra los países adelantados.

P. Por no citar el problema de la inmigración...

R. Imaginemos una avalancha incontenible de personas llegando a los puertos, las fronteras, ¿Qué se hace, se les fusila o se resuelve el problema de fondo, que es que la gente debiera poder quedarse razonablemente en sus países? Para cambiar el Sur hay que cambiar el Norte. El horizonte de la ONU es reducir para 2005 en un 50% la extrema pobreza, los que ganan un dólar al día.

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