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Columna
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En bragas

Si Tallín la hubieran conquistado los voluntarios de la División Azul a punta de bayoneta y a las órdenes de Muñoz Grandes, Rosa López hubiera vuelto a Granada con el trofeo en la maleta, y ahora España sería una misa de campaña y un campanario. Sólo nos falta que a España la vapuleen, en Korea, para quedarnos en bragas. Qué vergüenza. Y es que se están haciendo demasiadas concesiones a la galería internacional. Ponerse a cantar en una antigua república soviética -donde ha habido siempre queda- una canción mediocre y titulada Europe's living a celebration, es como izar la bandera blanca de la capitulación. A Estonia se debió ir con himnos marciales, para desarbolar cualquier conspiración. Si Massiel y Salomé arrollaron, a finales de los sesenta, fue porque el franquismo no se andaba con mariconadas. Aquello sí era patriotismo, pero patriotismo a secas, que es el que termina imponiéndose. Ahora, con esa virguería del patriotismo constitucional, siempre llegamos de puntillas a la cita, y como pidiendo excusas. A la operación triunfo le ha faltado más nostalgia de imperio y le han sobrado intereses discográficos. Y en fútbol, ya veremos. Puede sucedernos algo parecido. Antes, colocarle un gol al equipo de la URSS, era además de un acierto deportivo, una afirmación del régimen frente a la hidra moscovita, y una victoria de la selección sobre el ejército rojo, aunque el tanto lo encajara un guardameta con aspecto de agente de la KGB. Cada vez que ganaba España era como si, por fin, se ocupara Leningrado.

La academia ha pinchado, y no por culpa de un grupo de jóvenes que le han puesto entusiasmo y disciplina a su trabajo, sino por envanecimiento de una organización más atenta a consignas y audiencias, que al servicio de sus confiados y algo ingenuos pupilos. Esto que tiene las trazas de rosario de la aurora, ha empezado en Tallín, seguirá por Seúl y terminará en Sevilla y en toda España. En esa España que si el apóstol Santiago cerró, en una iconografía épica, Aznar, enmendándole la plana, pretende blindar, en un gesto patético.

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