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La aspirante sencilla

Bustinduy dice que la participación es el eje de su programa y que 'el político que está todo el día quejándose no es un líder'

Lunes, 20.45 horas. Marisa Bustinduy debuta en la Casa del Pueblo de El Palo. Un gran salón de diez metros por cinco, provisto de una barra de bar de cuatro por tres. Los militantes de base son reivindicativos, fumadores y, en su mayoría, hombres. Cuando empezó la intervención de la aspirante eran unos 40 y en los momentos de máxima afluencia pudieron ser unos 70, pero siempre las mujeres eran la mitad que los hombres. El Palo es la segunda agrupación de la capital; hay 244 de los 1.631 afiliados. Su secretario general, Mariano Ruiz, diputado autonómico prósperamente instalado en el grupo parlamentario socialista, se deshace en elogios hacia Bustinduy y recuerda que ha conseguido un apoyo mayoritario de firmas paleñas.

La candidata afirma de entrada, apurando un malboro, que le gusta la política local y que está 'llena de fuerza, ilusión y energía'. Viste Marisa una camiseta celeste bajo un traje pantalón, azul marino, con mangas cortas. Es un modelo congreso nacional indio. El ingenioso Curro Flores, antiguo concejal de Cultura, es quien aporta la referencia estética al estilo de Indira Gandhi. Bustinduy, sin embargo, nos trae del Ganges al arroyo Jaboneros, de golpe, con el famoso latiguillo de 'compañeras y compañeros' antes de entregarse a otros más personales como 'hay que ponerse las pilas' o 'en lo que significa'. Dice que no sabe trabajar sola, que necesita un partido cohesionado, que los que avalaron su candidatura tienen que comprometerse en el voto y los que la voten 'tienen que ponerse a trabajar'.

En una hora de intervención no hay referencias a su adversario, pero se aprecian dos golpes sin manos. Primero, que para la política 'no es suficiente con la experiencia -una de las bases de la campaña de Oliva-, también hay que tener visión de futuro'. Segundo, ' el victimismo me molesta un montón, quien está todo el día quejándose no es un líder'. Hablaba del alcalde De la Torre, pero pensaba, sin duda, en Oliva. También desgranó las ideas fuerza de su proyecto. La participación será el eje central de su administración municipal, si consigue la alcaldía. 'Hay que crear un observatorio de la participación', afirma. Propone un 'consejo de la transversalidad', que se ocupe de la inmigración, la multiculturalidad, los asuntos de la mujer... También quiere aumentar las competencias (en particular, actividades culturales) y participación de los barrios y crear otro organismo que 'ensamble el trabajo de los distritos'. Dice la aspirante que el PP tiene vallada la ciudad, que no la deja relacionarse con el entorno, que Marbella es más conocida en el mundo.

Desde las paredes la contemplan cuadros de Pablo Iglesias, Felipe González, Guerra, Zapatero por tres veces, Chaves en dos ocasiones y hasta una Bustinduy del brazo de uno de los tres zapateros. Defiende la política además de la gestión. 'El Ayuntamiento no es una gran empresa'. Habla de diálogo con todas las administraciones. Y, entre las necesidades, destaca el acceso a las nuevas tecnologías y la seguridad (aquí reclama más policías nacionales para la ciudad). Agrega, al fin, que el urbanismo no deben dictarlo los promotores.

Hay ocho intervenciones del público. Un hombre se pregunta: 'No sé cómo te las vas a arreglar para conseguir la participación de los militantes'. Otro protesta contra tantos profesores en las listas y el siguiente echa en falta a obreros en las candidaturas. También le piden 'generosidad con los que no te han votado' y hablan del riesgo de fractura en el partido. El momento cumbre es la arenga del secretario de organización, Isidro Molina, que la califica de 'mujer sencilla que ha salido de abajo y se identifica con la gente de la calle'. Ninguna mujer intervino. La aspirante tampoco hizo gala de su condición femenina, salvo en una alusión a su dominio del carrito de la compra.

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