Tristeza
Reinó toda la tarde un raro ambiente de desánimo y tristeza, impropio de un espectáculo colorista como debe ser una corrida de toros. Las opiniones se dividían sobre si la causa era el viento molesto que sopló o el frío reinante que congela los espíritus. Los más, sin embargo, argumentaban que todo se debía a la decepción sufrida por el discreto puesto alcanzado por Rosa en Eurovisión.
'¡Pero, señores, por favor...!', espetó uno con cara de aficionado. 'Pues no se crea usted', comentó otro de más allá, 'que eso ha sido un palo para todos...'. '¡Patrioteros...!', se oyó a lo lejos.
Sea como fuere, lo cierto es que la tarde nació desvaída y murió sin pulso. A ello contribuyeron los toros de Ramón Flores, un moruchada de animales sin clase, sin fuerzas, sin casta, sin bravura, sin nada... Y los toreros, modestos y necesitados de un triunfo, poco pusieron de su parte para superar la adversidad. No sería lógico pensar, sin embargo, que unos y otros padecieran también el síndome de Tallín, pero nunca hay que descartarlo.
Flores / Sánchez, Vázquez, Ramírez
Toros de Ramón Flores, desiguales de presentación, flojos, mansos, descastados, parados y deslucidos; una auténtica moruchada. Manolo Sánchez: media tendida perdiendo la muleta y tres descabellos (pitos); media tendida (silencio). Javier Vázquez: dos pinchazos -aviso- y estocada caída (silencio); dos pinchazos, media caída -aviso-, siete descabellos y el toro se echa (pitos). Alberto Ramírez: pinchazo y estocada trasera (silencio); tres pinchazos -aviso- dos pinchazos y dos descabellos (palmas). Fernando Téllez saludó tras poner banderillas. Plaza de Las Ventas, 26 de mayo, 14ª corrida de feria. Lleno.
Manolo Sánchez, mire usted por dónde, venía vestido de catafalco y oro, muy elegante, eso sí, pero -lagarto, lagarto- parecía invitado a un funeral. Su cara y su disposición cerraban un cuadro muy apropiado al color del traje. El viento fue su gran enemigo en el primero, pero no menos que su evidente falta de ánimo. Se empeñó en torear donde más soplaban las rachas, y, entre los elementos, la corta embestida del animal y sus pocos recursos; aquello nunca tuvo color. Desistió muy pronto y montó la espada.
Salió con otro ánimo en el cuarto, o eso parecía, pero el toro lo desbordó en los lances de salida, le arrebató el capote y el torero tuvo que tomar el olivo de mala manera. El animal era una birria, pero se lo llevó a los medios y allí consiguió una tanda de redondos vistosos y largos, cerrados con un bonito pase de pecho. Eso fue todo. Entre su fragilidad y los defectos de sus oponentes, pasó con más pena que gloria.
Tampoco anduvo muy allá Javier Vázquez, más decidido, eso sí, pero dos mansos muy deslucidos y ásperos le impideron cualquier lucimiento. Los dos embistieron -es un decir- con la cara alta y al paso, mientras el torero se debatía entre su mala suerte y su desconocimiento técnico.
El único que a punto estuvo de salvarse de la quema fue Ramírez. Y no se salvó por el mal manejo de la espada. Por lo demás, muy valiente y decidido, se lució en un ajustado quite por chicuelinas en el primer toro de Vázquez, y recibió a su primero con dos largas cambiadas en el tercio y buenas verónicas a pies juntos. Citó muy cerca con la muleta y consiguió algunos redondos aceptables y un natural largo. Pero hubo más enganchones que pases, lo que continuó en el sexto, en el que combinó la buena colocación con el toreo moderno y mató muy mal. De cualquier manera, dejó constancia de sus ganas, que no es poco.
'Si llega a ganar Rosa, esto hubiera tenido otro color', concluyó una espectadora mientras bajaba las escaleras. El de 'patrioteros' la miró con desdén...
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.