Tibieza
Dice Aznar que la tibieza en el asunto de la inmigración es la causa del fracaso socialista y del éxito fascista en las últimas elecciones europeas. Estoy de acuerdo. Muchos partidos socialistas europeos se han moderado tanto que algunas veces cuesta trabajo distinguirlos de la derecha. Con todo, hay excepciones: Blair, que considera los aviones de guerra una buena medida contra la inmigración ilegal, no es nada tibio y de hecho iguala aquí la calenturienta imaginación de cualquier fascista. En España, el PSOE no ha llegado todavía a tal extremo, pero mantiene una peligrosa cautela, por decirlo educadamente, que seguramente lo mantendrá en la oposición unos cuantos años más: en el pecado está la penitencia. Si el PSOE construyera un discurso menos templado y más diferenciado del PP seguramente atraería a esa gran bolsa de abstencionistas convencidos, cuyo alejamiento de las urnas en Francia facilitó que el partido de Le Pen obtuviera un elevado porcentaje.
Se me dirá que en las últimas tres grandes reformas llevadas a cabo por el PP -la Ley de Extranjería, la LOU y la Ley de Calidad de la Enseñanza- el PSOE ha presentado proyectos alternativos. Es verdad, pero su manera de gobernar en las comunidades donde todavía cuenta con mayoría nos hace dudar de que tales proyectos sean verdaderamente alternativos. Es cierto que los socialistas protestan contra el aprovechamiento de la Ley de Calidad de la Enseñanza para financiar con dinero público las actividades proselitistas de una conocida secta religiosa. Sin embargo, en la comunidad andaluza, donde el PSOE gobierna con todas las competencias de Educación transferidas, la Junta no ha hecho ni un miserable gesto para mitigar semejante atropello. Es cierto que el PSOE está preocupado por la desmotivación del profesorado universitario, y que encabezó en su momento las protestas contra la LOU, y que prometió por boca de la Junta elaborar una norma para mitigar sus efectos negativos, pero los profesores de las universidades andaluzas son hoy por hoy los peor pagados de España. Es cierto también que el PSOE se opuso inequívocamente a la Ley de Extranjería, pero el secretario general de los socialistas almerienses acaba de proponer, siguiendo la línea oficial del partido, dos conocidas recetas para impedir la inmigración ilegal: más control en las fronteras (¿con barcos de guerra?) y devolución a los países de origen de los inmigrantes que se encuentren en situación irregular. 'No se trata de represión -se ha justificado Martín Soler en una entrevista concedida a este periódico-. Es simplemente aplicar la ley'. ¡La Ley de Extranjería!
Pedir que el PSOE de Almería llame, como los militantes del PP de Córdoba, a la desobediencia civil contra su dirección nacional sería pedir demasiado; bastaría con que su discurso sobre inmigración no fuera, como dice Aznar, tan tibio. A mucha gente nos gustaría que se mostrara radicalmente partidario de la globalización. Pero de la globalización a ultranza, de aquella que no sólo incluye movimiento de capitales, sino también convenios laborales, coberturas sociales y naturalmente circulación de personas.
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