_
_
_
_
Crítica:CRÍTICA | TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un drama desgarrado

Empezaré por lo peor de este drama verídico y representado a flor de piel en un meritorio trabajo actoral de Rita Siriaka. La escenografía, que la promoción de la compañía se encarga de remarcar que 'es de Dino Ibáñez, colaborador habitual de Els Joglars', consiste en una moqueta extendida que se prolonga en una especie de extensión peraltada sin ninguna utilidad visible. Lo que se designa como 'espacio sonoro' es una grabación de sonidos fragmentarios de escasa entidad dramática o narrativa. El vestuario de Sue Plummer, 'del National Theatre de Londres', es un vestido primaveral de los que pueden verse en los escaparates de cualquiera de los grandes almacenes, etcétera. En resumen, el casting del diseño de producción está incomprensiblemente hinchado.

La mujer invisible

De Kay Adshead, en versión de Carla Matteini, por L'Om-Imprebis. Intérprete, Rita Siriaka. Iluminación, Rafa Mojas, Félix Garma. Vestuario, Sue Plummer. Espacio sonoro, Eduardo Vasco. Escenografía, Dino Ibáñez. Dirección, Santiago Sánchez. Sala Moratín. Valencia.

Incomprensiblemente, porque el dramón, tan políticamente correcto, de una periodista y poeta violada y humillada en un país del África negra, que consigue huir para ser nuevamente humillada y violada en el país europeo de acogida, tiene la fuerza suficiente como para no recurrir a esa clase de mampostería. Por lo demás, un monólogo tan tremendo, y verídico, como éste tiene varias posibilidades de montaje, pero la peor de todas es sin duda la que consiste en tratar de emocionar al espectador a toda costa, que es el camino elegido por Santiago Sánchez. El carácter terrible de lo que se narra es lo bastante fuerte como para que el responsable de la puesta en escena desdeñe el subrayado continuo y recurra a procedimientos tal vez menos emotivos pero acaso más artísticos. No es así. El enorme esfuerzo de Rita Siriaka se ve recompensado por el fervoroso aplauso del público al terminar la función -demasiado larga para un monólogo tan intenso-, y por la emoción lacrimosa que la estupenda actriz no puede evitar en la ceremonia final de los saludos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_