Aimar, el 'crack' que desdramatiza el fútbol
El jugador argentino supera las reticencias de Benítez y se convierte, con la naturalidad de su juego, en uno de los mejores del mundo
'¿Presión? Yo disfruto jugando. La presión es la de los padres que no llegan a fin de mes'. Tras esa mirada angelical y ese físico aparentemente desvalido (mide 1,70 y pesa apenas 62 kilos), se esconde un futbolista muy potente, tanto física como mentalmente, además de un talento natural para el fútbol. Un pibe con la cabeza en su sitio pese a la fama y a los 22 años. Pablo César Aimar (Río Cuarto, 1979) ha ido superando obstáculos desde que saliera contra su voluntad a los 14 años de su pueblo, en la provincia argentina de Córdoba, para ingresar en la escuela del River Plate. El escollo de esta temporada, en la que se ha consagrado, ha sido novedoso para él, acostumbrado a ser el niño mimado del entrenador de turno. No lo fue de Héctor Cúper el curso pasado y mucho menos lo ha sido en éste de Rafa Benítez, que desconfió de su juego durante gran parte del campeonato: hasta que no le vio definir los partidos por sí mismo, no le garantizó la titularidad. Hasta que no le vio jugar a la europea, al primer toque, no le dejó acabar los encuentros. Un rechazo al que se unió parte de la prensa y que, tal vez, le haya servido al pibe para curtirse, para convertirse en un futbolista mucho más completo. Capaz no solamente de dejar detalles sublimes, sino de llevar las riendas de su equipo en los momentos decisivos: ha sumado cinco tantos y siete pases de gol. Su evolución se aprecia en que conduce menos el balón que cuando llegó a Mestalla y en que se quitó la ansiedad que lo agarrotó en los comienzos, cuando quería convertir cada jugada en una obra de arte. El Valencia sólo ha perdido un partido en la Liga con Aimar de titular (ante el Depor en Riazor, 1-0).
'Aimar es diferente, siempre va un segundo por delante de los demás', dice Francescoli
'Ya me lo dijo mi abuela: en el fútbol hay más cosas malas que buenas'. Aimar vivió en silencio la marginación de Benítez, que lo sentó en el banquillo tanto en el Camp Nou como en el Bernabéu. Ni una mueca de divismo por parte de quien Maradona considera su sucesor en la selección, 'el único futbolista capaz de divertir a la gente', según El Pelusa. El fichaje más caro de la historia del Valencia, que desembolsó unos 24,04 millones de euros al River Plate en diciembre de 2000. 'Tendrías que conocer a sus padres para entender cómo es Pablito', dice, orgulloso, el presidente del Valencia, Jaime Ortí. 'Son gente con esa relación familiar tan amorosa típica de los pueblos. Él está muy enganchado a su familia: hablan todos los días', añade Ortí.Aimar tiene la sencillez de los chavales criados en los pueblos de las provincias argentinas. Pero también se le nota la educación que reciben los pibes del River. El mismo perfil bajo fuera del campo de sus íntimos amigos Saviola y Solari, con quienes compartió lágrimas infantiles en su etapa de club de Los millonarios, cuando casi todos querían volver a sus casa. Pablo, cierto día, lo hizo: volvió a Río Cuarto puesto que añoraba la comida italiana de su madre y los consejos de su padre, un ex jugador y entrenador modesto que le puso el nombre de César a su hijo en homenaje al técnico César Luis Menotti. Hubo de intervenir Daniel Pasarella, entonces preparador del primer equipo, que habló con el padre del chico para convencerle de que regresara.
Aimar huye de la prensa. Sobre todo desde que el periódico Clarín lo hizo disfrazarse de payaso tras haber ganado el Suramericano sub 20 de Chile, en 1997. Las posteriores burlas a las que fue sometido le llevó a desconfiar de los periodistas. Eso, y una timidez extrema como pantalla al precio de la fama. Quiere preservar su intimidad, seguir viviendo en su burbuja: la novia, la familia, los amigos, una película (El hijo de la novia), un libro (El Señor de los Anillos), un disco de Joaquín Sabina... Se escurre del ruido que hay alrededor del fútbol.
En 1997, con 17 años, también ganó el Mundial sub 20 en Malaisia, a Uruguay, tras apear entre otros a España y a la Inglaterra de Michael Owen. El delantero del Liverpool no tuvo más remedio que felicitarlo tras el antológico gol del argentino a los ingleses en un zigzagueo que dejó tirados a cuantos le salieron al paso.
A los 16 años, Pablito ya la rompía en las categorías inferiores del River. Y, un día que se entrenaba con los mayores -Francescoli, Ortega, Burgos...-, uno de ellos, el negro Altamirano, cansado de las virguerías del pibe, trató de cazarlo en una entrada por detrás. Llegó tarde. Había volado. Altamirano se dio de bruces con el suelo ante las risas de sus compañeros. De nada le sirvió tratar de cazar los tobillos de Aimar durante el resto de la sesión. Llegaba tarde. Lo dejó dicho quien fuera su ídolo en River, el uruguayo Francescoli: 'Aimar es diferente, siempre va un segundo por delante de los demás'. Lo ratifica el seleccionador argentino, Marcelo Bielsa: 'El fútbol es menos dramático cuando lo ejecutan los que saben. En 10 minutos, Aimar demuestra que no es tan complejo'.
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