_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Causas

¿Es Le Pen un producto de la crisis de los partidos políticos franceses o tiene más que ver con las sacudidas de incertidumbre social que presiden este comienzo de siglo? Seguro que la reaparición de un proyecto tan descaradamente racista y xenófobo procede de ambas causas aunque sin duda la que más nos debe preocupar es la segunda porque recomponer un modelo de funcionamiento de los partidos parece más factible que volar los cimientos de la inseguridad padecida por las sociedades francesa y europea. Dicho de otro modo y para que nos apliquemos el cuento en la medida que nos corresponda: a Le Pen le han votado antiguos electores gaullistas, socialistas, comunistas y desesperados sin ideología. Ya sabíamos que el fascismo y los partidos racistas históricamente se han alimentado de electores de todo el arco parlamentario. Ejemplos hay en el pasado y en el presente.

No creo, por tanto, que la acusación o elogio envenenado que Manuel Chaves lanzó el pasado fin de semana contra el PP, afirmando que este partido es el depositario electoral de la extrema derecha española, nos pueda llevar a alguna conclusión positiva. También se podría haber dicho que ese partido, a pesar de sus líderes andaluces, contiene en su interior bastantes personas de derecha moderada, homologable a cualquier otra europea. Más interesante para todos los que estamos preocupados por el resurgir de Le Pen y otros como él sería incidir en las causas del crecimiento de las opciones electorales xenófobas y fascistas. Sabemos que los posibles orígenes pueden estar en la concepción negativa de la inmigración, en los brutales procesos de desindustrialización y de ruptura de los mercados estables del trabajo, en la ausencia de expectativas para numerosos sectores juveniles de las periferias de las ciudades y en algunos otros. Y todo eso, ¿no son procesos experimentados en España y en Andalucía? ¿No tuvimos ya nuestros Gil, Ruiz Mateos y algunos más? ¿Quién nos dice que estamos salvados de esa peste? ¿Conocemos ya el apellido del líder que explotará mañana el sentimiento de los sectores marginados del progreso social? Vayamos, por tanto, a impedir las causas que dan aliento a las propuestas racistas y no a alimentar querellas para un mitin.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_