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Crítica:TEATRO | 'INFINITIES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una visita guiada

Circunstancias de producción al margen, tal vez un tanto atípicas, este montaje nace de la colaboración entre John D. Barrow, matemático y astrofísico, y un experimental Luca Ronconi, según un texto que dispone un recorrido por cinco paradojas más o menos desarrolladas acerca de la noción de infinito, que el director italiano resuelve en una especie de viaje por cinco estancias distintas que obliga a los espectadores a desplazarse al compás de la propuesta escénica. La primera consiste en un juego matemático de numerología aplicado a la fórmula idónea para organizar el nivel ocupacional de un hotel, la segunda se interroga sobre la función de la muerte en los seres vivos, la tercera juega con la necesidad teórica de la replicación infinita, la cuarta indaga sobre el viaje en el tiempo y la última vuelve al hotel inicial, en una especie de estructura circular.

Infinities

De John D. Barrow. Un proyecto de Luca Ronconi. Intérpretes, Diego Braguinsky, Martín Cases, Empar Ferrer, Pepe Galotto, Antonio Martínez, José Montesinos, Cristina Perales, Manuel Puchades, Inma Sancho, Carles Sanjaime, y estudiantes de Arte Dramático y de la Universidad Politécnica. Adaptación, J. V. Martínez Luciano. Iluminación, Gerardo Modica. Escenografía, Julián Esteban. Una coproducción de Ciudad de las Artes Escénicas, Piccolo Teatro di Milano y Teatro d'Europa. Dirección, Luca Ronconi, adaptada por Vicente Genovés. Antigua Nave de los Talleres Generales. Puerto de Sagunto. Valencia.

Fuera de estas abstracciones, más o menos recreativas, destaca el poderío visual del trabajo de Ronconi, según una imaginería que parece tomada de las estampas medievales relativas a la muerte y de la tradición de los profetas más o menos enloquecidos, en una puesta en escena donde el buen trabajo de los actores, hiperactivos, contrasta con el estatismo forzado, y a veces inquietante, de otros intérpretes que hacen de coro mudo o plantean otras interrogantes. Todo ello en un dispositivo escénico que no tiene otro remedio que potenciar visualmente un texto abstruso muchas veces para alejar el espectáculo de cualquier similitud con la conferencia o la exposición universitaria.

Hay una entidad, a menudo una autonomía notable, entre el discurso del matemático propiamente dicho y su puesta en escena, lo que se refuerza por unas claves interpretativas, en los personajes principales, que nace de la comedia exasperada y de un hiperrealismo que excediera sus propias claves, de manera que las disquisiciones del director de hotel acerca de la fórmula matemática que resolvería sus problemas, por ejemplo, están interpretadas como si lo mismo pudiera tratarse de las desventuras de un vendedor de crecepelos, lo que supone sin duda un gran acierto para que el espectáculo prenda en un público algo desconcertado. Es precisamente esa rara contraposición entre características del texto e interpretación a lo cabaret amplificado uno de los aspectos más productivos de un montaje, a veces muy divertido y siempre contundente, al manifestar sus propósitos.

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