Nuevos espacios para la ópera

Hay muchos aspectos positivos en esta coproducción, y no es el menor el hecho de abrir a la ópera un nuevo espacio. Que, lógicamente, conlleva un nuevo público: la gente que acude al Espai Moma poco tiene que ver con los habituales del Palau. Y es ésta la gente que, alterando sus costumbres, está acudiendo a las ocho sesiones de Così fan tutte. Aunque el aforo sea reducido, el hecho resulta bastante esperanzador.

Un segundo valor a destacar es la economía de medios: Si en el caso de la orquesta ello resulta discutible (cada instrumento está representado por un único atril, entre otras cosas porque no caben más), en el aspecto escenográfico funcionó. Verdad es que no todas las óperas tienen los valores teatrales tan esencialmente dispuestos como ésta. Verdad es que otras muchas requieren de mayor artificio y elaboración de los elementos escénicos. Così fan tutte se sostiene sola, no necesita decorados complicados, ni montajes costosos, ni nada que no sea la habilidad de Da Ponte (el libretista) y Mozart (el músico). Porque en su trabajo se encuentra ya, potencialmente, todo lo demás.

En contrapartida, la obra requiere cantantes e instrumentistas muy especiales. Las voces más grandes de la historia han asumido como un reto, por ejemplo, el Come scoglio de Fiordiligi. Los números de conjunto, por otra parte, representan aquí uno de los hitos fundamentales del repertorio operístico: la ambivalencia de los personajes, sus sentimientos controvertidos, la asunción de los compromisos y las convenciones -incluso cuando no satisfacen los más íntimos deseos-, las ventajas y limitaciones del 'pisar tierra'... todo ello es tan complejo que ha tentado, con razón, a voces e instrumentistas de ensueño. Y también a importantes directores de orquesta.

Midiéndose con tales referentes deben reconocerse como valiosos los niveles vocales que se alcanzaron el miércoles, sobre todo hacia el final, cuando los cantantes parecían haberse implicado más en la compleja psicología de los personajes. El Grup Instrumental, por otra parte, reducido a su mínima expresión, tuvo las lógicas dificultades que de ello se derivan: cualquier error resulta perceptible, ya que ningún otro colega puede taparlo. Hay algo, sin embargo, que sí podría mejorarse, y es una perspectiva más delicada, más sutil y menos rutinaria del complicado universo mozartiano.

En cualquier caso, resultaba estimulante escuchar, en el descanso, las explosiones de asombro: '¡Me lo estoy pasando muy bien!' o '¡No me he aburrido!'.

Naturalmente. Si Mozart aburriera no estaría en el pedestal donde está. La suerte, además, es que, para no aburrirse con él, sólo se necesita comprender el texto (bienvenido sea siempre el sobretitulado) y dejar que la música lo ilumine.