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Tribuna:MEDIO AMBIENTE
Tribuna
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La Casa de Campo, el invierno del paraíso

La autora sostiene que el principal pulmón verde de Madrid se encuentra sometido a un grave proceso de degradación, aunque todavía se está a tiempo de salvarlo.

La Casa de Campo constituye un capítulo de nuestra historia tan próximo a Madrid como desconocido por sus habitantes. Creado por Felipe II en 1560, es el más antiguo jardín histórico-artístico madrileño y el primer Real Sitio de la entonces nueva capital del Reino. Es el propio rey quien la concibe como un lugar para el disfrute de la naturaleza a través de fuentes, jardines, estanques y huertas. Al mismo tiempo que se encargaban importantes obras de infraestructura hidráulica a maestros estanqueros flamencos, escultores y decoradores italianos, junto con maestros en la arquitectura de jardines españoles, contribuían a embellecer el llamado 'Reservado', núcleo originario del Real Sitio, donde se encontraba un modesto palacio y uno de los más refinados jardines europeos del momento.

'Con una desmesurada presión urbanística, su extensión ha sufrido graves mutilaciones'

En ellos se mezclaban elementos del jardín italiano, musulmán y flamenco y se expresaba la idea renacentista de la naturaleza como artificio a través de grutas simuladas, fuentes sorpresivas, laberintos y esculturas mitológicas. Su belleza y eficencia hizo que un visitante anónimo en el año 1626 los calificara como encarnación de la 'primavera del paraíso'.

Favorecida por la actividad constructiva de los monarcas, vivió a lo largo de cuatro siglos grandes experiencias jardinísticas y empresas arquitectónicas, como las acometidas por los reyes Femando VI y Carlos III (el Rey Alcalde), quienes ampliaron el parque y encargaron al gran arquitecto Francisco Sabatini su embellecimiento con la tapia que actualmente la delimita, hermosas puertas, numerosos puentes y rejas sobre arroyos, casas de labor y explotación agropecuaria, dos iglesias y cementerios.

En mayo de 1931, la Casa de Campo fue parte de los bienes expropiados a la corona que pasaron a ser propiedad del Estado. Ese mismo año ya fue declarada Jardín Histórico-Artístico. Esta declaración no pudo impedir los dramáticos efectos de ser frente en la guerra civil. Tampoco ha evitado las desafortunadas actuaciones urbanísticas ni su utilización anárquica y desequilibrada. Asfixiada entre una densa red de autovías y con una desmesurada presión urbanística en su límite oeste, en los últimos 60 años su original extensión ha sufrido gaves mutilaciones (barrio del Batán, Colonia del Manzanares, Real Club de Campo). Un mal entendido concepto del ocio en las grandes ciudades ha provocado la lenta colonización de algunas de sus zonas con la construcción de grandes complejos recreativos y feriales, reemplazando importantes enclaves naturales y artísticos por áreas de consumo y servicio. Una vez transferidas las competencias en materia de patrimonio, la Comunidad de Madrid declaró la Casa de Campo como Bien de Interés Cultural en la categoría de Jardín Histórico en 1999, un reconocimiento implícito de su valor como paisaje cultura, pero de escasa repercusión en su conservación y mantenimiento, en la actualidad bajo la tutela del Ayuntamiento de Madrid.

La más importante reserva ecológica de la capital sufre de un grave deterioro del medio natural: talas indiscriminadas, pérdida del manto vegetal y arbustivo, contaminación de arroyos, e importante daño ambiental producido por el intenso flujo de tráfico rodado y por la prostitución. Además, un gradual expolio estético ha actuado sobre el recinto de los jardines renacentistas. Al estado de abandono del viejo jardín de medicinales y el traslado de sus fuentes y estatuas más emblemáticas (como la de Felipe III, hoy en la plaza Mayor) se han sumado la conversión del antiguo palacio en oficinas del Instituto Municipal de Deportes, y de parte del antiguo jardín en aparcamiento para vehículos de mantenimiento y en almacén de materiales de desecho. Y es en este desolador panorama, hoy agravado por las agresivas obras de paso del colector Saavedra-Fajardo, donde se halla el único y más antiguo ejemplo español en pie de lo que en los jardines renacentistas se conocía como 'La Galería de Grutas': una construcción artificial que simula una cueva natunal.

Con escasos restos de sus originales decoraciones y en parte apuntalada, su estructura aún se mantiene en pie a pesar del deterioro de años de abandono y de las vibraciones de la maquinaria pesada que, a menos de diez metros, se producen por la obra del colector. Además de destruir parte de la infraestructura hidráulica que aseguraba el paso de agua para las fuentes y el riego del jardín, esta intervención ha hecho caso omiso de la protección que se deriva tanto de su doble declaración como jardín histórico como de las firmes recomendaciones de la Unesco, explicitadas en los artículos 4, 9, 11, 13 y 14 de la Carta de Florencia (1981). Según esta Carta, un jardín histórico es considerado como un monumento, documento único que refleja la sociedad y cultura que lo crearon. Es obligación de los responsables públicos recuperar la memoria del lugar para que éste sea conocido y respetado por los madrileños. Se debe garantizar la conservación de este bien público y el uso y disfrute adecuado de los ciudadanos y de las generaciones futuras.

Han sido escasos los intentos de rehabilitación de este conjunto. En 1991, durante la alcaldía de Rodríguez Sahagún, se impulsó un proyecto de restitución de los jardines del Reservado que fue realizado por un grupo interdisciplinar de expertos y que, sin duda, hubiera supuesto un primer paso para la recuperación gradual del conjunto del parque. Lamentablemente, quedó relegado por otras prioridades de la actuación municipal.

A pesar de todo y de todos, la Casa de Campo no ha llegado a un punto sin retorno. Los que gozamos del paseo, del deporte y de la contemplación sabemos que sería merececedora de un Plan de Rehabilitación que preservase el medio natural, protegiese los elementos histórico-artísticos y recuperase sus espacios jardinísticos. Además de solventar la pérdida de prestigio del parque, contribuiría a devolver a la ciudad de Madrid un símbolo de su personalidad.

Beatriz Tejero es historiadora.

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