_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Reportero

Detrás del cineasta había un escritor y todo un periodista potencial. No se pueden entender las películas de Billy Wilder sin su eficacia para construir historias, sin su habilidad con la palabra, sin una capacidad insólita de exprimir los gags más allá de lo previsible, en ese terreno donde al final sólo refulge el talento. El vivaz cineasta de ojos inquietos y lengua fulminante, que murió el jueves en Los Ángeles a los 95 años, fue periodista en su Viena natal y en el Berlín de entreguerras. Dicen que hubiera sido un gran reportero. Estaba dotado de tres cualidades: la lucidez, el gusto por el oficio y la observación, exactamente las mismas que le llevarían a la cima en Hollywood. Cuenta Claudius Seidl que al ofrecerse al periódico vienés Die Stunde, un redactor le preguntó qué experiencia tenía, y respondió: 'Ninguna, pero soy un buen observador'. Observó con escepticismo, respetando la inteligencia del espectador. Y supo hacer autocrítica, con el mundo del cine, en El crepúsculo de los dioses y en Fedora, con el mundo del periodismo, en El gran carnaval y en Primera Plana, huyendo del moralismo y la conmiseración. 'We are the press, we never pay' (Somos la prensa, nunca pagamos) afirma con una crueldad estremecedora en El gran carnaval el tremendo Chuck Tatum que interpreta Kirk Douglas, ese reportero que explota sin escrúpulos el rescate de un hombre accidentado para ganar páginas en los medios ávidos de sensación. Nunca se hizo ilusiones sobre la condición humana, nunca la condenó. Gente corriente o no, los personajes de sus películas se engañan, se justifican, buscan inútilmente la felicidad. Por eso siguen vivos y pertenecen más a la historia que a la arqueología de nuestra cultura. Sin el C. C. Baxter (Jack Lemmon) y la Fran Kubelik (Shirley MacLaine) de El apartamento, sin la Sugar Kane (Marilyn Monroe) y el Joe y el Jerry (Curtis y Lemmon) de Con faldas y a lo loco, sin el C. R. Mac Namara (James Cagney) de Uno, dos, tres, sin el Hildy Johnson y el Walter Burns (Lemmon y Matthau) de Primera plana, sin el Don Birnam (Ray Milland) de Días sin huella, entenderíamos peor el siglo XX. Billy Wilder los incorporó al gran reportaje de la humanidad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_