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Reportaje:CICLISMO | Comienza la Copa del Mundo

Locos por las clásicas

Siguiendo el ejemplo de Óscar Freire, una nueva generación de corredores españoles empieza a dar importancia a las pruebas de un día

Carlos Arribas

El sábado se corre la Milán-San Remo. Comienza la Copa del Mundo. Hace tres o cuatro años este hecho era una noticia sin importancia, secundaria para el ciclismo español. La España ciclista era la España del Tour y de la Vuelta, de las carreras por etapas y de los escaladores, y, como único signo de modernidad, la de los contrarrelojistas, la de Indurain y sus herederos. Entonces, saliendo de ninguna parte, surgiendo de la neblina de Verona una tarde de otoño, apareció Óscar Freire. Ganó el Mundial. demostró que se puede ser español y ser rápido, tener olfato de victoria, tener carácter ganador; que se podía ser español y ser hombre de carreras de un día, de clásicas, lo que antes era pura contradicción en términos, una palmera en un pinar. Algo así fue Miguel Poblet a finales de los 50, ganador de dos Milán-San Remo y de decenas de etapas en las grandes vueltas. Y desde entonces, casi nada.

'Por lo menos, ya podré hablar con alguien', dice Freire, 'porque antes no sabía con quién enrollarme'
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Freire comienza el sábado, en la Milán-San Remo, su asalto a la Copa del Mundo, a la serie de diez clásicas de un día que recorre media Europa a lo largo del año para designar al mejor clasicómano. Es un pionero, el primer español que se plantea tal objetivo; el primero, pero no el único, que sueña antes con el Poggio de San Remo que con el Tourmalet; con el muro de Grammont, en Flandes, que con el Galibier; con el pavés que con el puerto alpino; con La Redoute, cerca de Lieja, que con el Mortirolo; con los lugares que han hecho la historia y el mito de la Milán-San Remo, el Tour de Flandes, la París-Roubaix, la Lieja-Bastogane-Lieja, la Amstel Gold Race, las clásicas de Hamburgo, Zúrich y San Sebastián, la París-Tours y el Giro de Lombardía que con los grandes puertos y ciudades del Giro, el Tour y la Vuelta.

Como Freire ha demostrado que no había un impedimento en el lugar de nacimiento (como antes hizo Tchmil, un moldavo más belga que los propios belgas) para convertirse en corredor de clásicas, que el pasaporte no determina la clase, otros ciclistas españoles han aprovechado la oportunidad para poder decir que a ellos también les gustan más las clásicas que las carreras por etapas sin correr el riesgo de que les tomen por locos. 'Por lo menos, ya podré hablar con alguien en las clásicas', dice Freire, 'porque antes, que no sabía ni italiano, no sabía con quien enrollarme'.

'Está resurgiendo una cultura ciclista que antes ni existía', continúa Freire, que hace un pequeño retrato psicológico del ciclista de clásicas: 'La gente de las clásicas son ciclistas con personalidad y carácter; tienen que ser ciclistas ganadores, incapaces de reservarse, que es lo que se aprende en las carreras por etapas. Y, sobre todo, tienen que gustarles las clásicas, porque, si no, no hacen nada. Cuando se va a disgusto, como si fuera un castigo, a cubrir el expediente, no hay nada que hacer'.

Las clásicas tienen que gustar porque, por lo menos las de primavera, son carreras duras, muy duras. Exigen estar en Bélgica, en el norte, con frío, lluvia y a veces nieve. Sin ver el sol. Lejos de casa. Menudo mes de abril, con lo bien que se está en Elche, por ejemplo.

Algunos convencidos de los que cumplen con el perfil del puesto de trabajo, como David Etxebarria, el pequeño vizcaíno que creció como ciclista en la emulación a su compañero Laurent Jalabert en una época en que el ONCE intentó asaltar la Copa del Mundo, llevan ya años trabajándose algunas clásicas, sobre todo la Lieja-Bastogne-Lieja, la decana, en la que Etxebarria fue segundo hace dos años y tercero en 2001. En el Euskaltel tiene también a Samuel Sánchez, un asturiano al que le gusta el pavés y la París-Roubaix, el infierno del norte, con lo que el equipo no dudará a la hora de plantarse en serio la campaña del norte.

Y hay más jóvenes, y más equipos que buscarán allí la gloria. Al iBanesto.com llegó del relax Juan Antonio Flecha con ánimo del clasicómano alimentado por incontables horas delante de la televisión (Flecha apenas ha corrido fuera de España) y charlas sin fin con su amigo José Antonio Hermida, el de la mountain bike, y el equipo Tour por excelencia, el equipo de Perico e Indurain, no dudó en apuntar en su agenda el mes de abril en Bélgica bajo el epígrafe de importante. Y han convencido a Eladio Jiménez, el vivo corredor de Ciudad Rodrigo, de que lo suyo pueden ser esas carreras también. Irán a aprender y descubrir. 'Quizás no ganaremos nada, pero los corredores seguro que no se bajarán en el avituallamiento como hacían antes', dice el director del equipo, Eusebio Unzue.

Otros corredores tienen la moral de correr a tope las clásicas, pero sus equipos no lo tienen tan claro. 'Para nosotros, que no tenemos sprinters, la Copa del Mundo es un asunto complicado', dice Manolo Saiz, director del ONCE-Eroski. En el equipo están Quim Rodríguez y Mikel Pradera, enamorados de las clásicas: 'Irán a ver qué tal, pero les falta experiencia. Hay que estar más metido en ese calendario para sacar algo'.

En el Kelme, el loco por las clásicas es Ángel Vicioso, el extraordinario aragonés que no paró en el pasado Mundial, el hombre rápido y vivaz. 'Un sardinilla', dice su director, José Luis Laguía. 'Sólo he corrido la Amstel', dice Vicioso, 'y allí vi que lo podía hacer bien. Entré en el grupo de delante siendo debutante. Y también hice bien el Mundial. Eso me tendría que haber dado el derecho a que el equipo se tomara en serio las clásicas, pero el Kelme tiene otros objetivos'.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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