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Catalunya, cultura europea

De Ramon Llull a Eduardo Mendoza

Aunque antes ya existía la prosa moral de Ramon Llull, en el siglo XIII, no es hasta la época de la Cancilleria real cuando se unifica el catalán culto, que vive su cumbre en el siglo XV: al lado de Llull, hace acto de presencia la prosa épica de las cuatro grandes crónicas y, sobre todo, la poesía de Ausias March y Tirant lo Blanc, novela de caballerías de Joanot Martorell. El empuje humanista abre un agujero a través del cual el catalán pierde el monopolio cortés, un agujero que se hunde hasta el siglo XVIII, cuando se detecta un retorno de la conciencia nacional catalana, que cuaja en la Renaixença: Aribau es el autor de la Oda a la Pàtria (1833). Los últimos años del XIX, una serie de factores devuelven a la lengua catalana el fulgor y el crédito de la edad media: el éxito popular de Verdaguer, la reforma lingüística, el idealismo estético de los creadores modernistas. Sin embargo, el panorama dura poco tiempo y cambia radicamente después del cataclismo de la guerra civil: la dictadura franquista hace desaparecer el catalán del mundo editorial, se prohíbe la enseñanza de la lengua. Bajo tierra, inédita o exiliada, en estos años la parte central de la literatura catalana se encuentra en el territorio poético. Bien enraizadas, las lecciones de Carner, Foix y Riba son un manantial que no ha cesado: Brossa, Bonet, Ferrater, Gimferrer, Comadira, Bauçà i Casasses son el rastro más visible. Paralelamente, en esos años brilla la prosa memorialística de Gaziel, de Pla, de Sagarra, autor también de ficciones al lado de Rodoreda o Espriu. Con la democracia vuelve el optimismo en forma de caminos literarios y lingüísticos diversos: un buen número de escritores nacidos en Cataluña se decantan por el castellano, más allá de cualquier afinidad con el régimen; son ejemplos Ana María Matute, Jaime Gil de Biedma, los hermanos Goytisolo, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza o Enrique Vila-Matas. Escritores que comparten panorama con autores catalanes como Quim Monzó, Jesús Moncada, Baltasar Porcel, Núria Perpinyà, Miquel de Palol, Julià de Jòdar, Imma Monsó, Màrius Serra, Vicenç Pagès, Lluís Anton Baulenas i Biel Mesquida.-

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Vida y milagros de la lengua

A lo largo de los siglos, la lengua catalana ha llevado una vida ciclotímica y ligada a la situación política del país: momentos de euforia (que se traducen en una influencia cultural importante en todo el Mediterráneo) y momentos de depresión porque era una lengua perseguida y anihilada. Esta situación queda plasmada en una fuerte presencia en la edad media (Ramon Llull es el primero que la ennoblece) y crea términos absolutos y a veces equívocos como la Decadencia -de los siglos XVI al XVIII- o la Renaixença, en el XIX. El siglo XX llega con una figura capital: Pompeu Fabra. Él es quien encuña unas normas ortográficas (1913) y un Diccionario (1917). El franquismo, después de la guerra del 36, intenta desmembrarlo con prohibiciones y estrategias de exterminio, pero bien o mal las normas ya han cuajado y, a grandes rasgos, el catalán se mantiene entre la sociedad civil, que ve además como los medios de comunicación y una política lingüística de choque ayudan a cosolidarlo cuando vuelve la democracia. El futuro genera no pocas dudas, sin embargo: la coexistencia con el castellano, no siempre en condiciones de igualdad, y los nuevos inmigrantes, han levantado más de una voz catastrofista. Para quien prefiera la frialdad de los datos, diremos que el catalán es una lengua hablada por más de diez millones de hablantes, que viven en Cataluña, País Valenciano, Islas Baleares, el sur de Francia, Andorra y, presencialmente, en el Alguer, isla de Cerdeña. Para quien, además, la quiera estudiar, puede consultar la página web http://cultura.gencat.es/llengcat/sial/svcerca.asp.-

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Arquitectura en Cataluña: cruce de tendencias europeas

Por su situación geográfica, la arquitectura en Cataluña ha ido evolucionando en relación a la evolución de los países más próximos: Francia por proximidad física y cultural, Italia por unas mismas raíces romanas y mediterráneas. Románico, císter y gótico tuvieron un peso considerable en Cataluña y en cada caso se desarrolló una interpretación muy propia. Una de las aportaciones más genuinas de la arquitectura catalana a la historia de la construcción, la bóveda catalana, procede en realidad del Rosellón, pero en los tiempos de la arquitectura moderna fueron Josep Lluís Sert y Antoni Bonet Castellana quienes la transmitieron a Le Corbusier. A mediados del XIX, Ildefons Cerdà fue uno de los primeros grandes teóricos y prácticos de la nueva ciencia del urbanismo y, a finales de siglo, Antoni Gaudí se convirtió en el arquitecto más singular de la arquitectura catalana. Apenas viajó, pero sí lo hicieron sus maestros y contemporáneos, Elies Rogent, Lluís Domènech i Montaner, Josep Puig i Cadafalch, y la segunda mitad del siglo XIX se caracterizó por el eclecticismo.

El internacionalismo de la arquitectura catalana encontró su mejor momento en los años treinta, durante la Segunda República y la vigencia del GATCPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), con referencias de Le Corbusier y, con una obra escasa, se aproximó a la mejor arquitectura de la vanguardia europea. Desde fines de los sesenta, el foco hacia el que mira la arquitectura catalana ha pasado a ser Norteamérica. -

Los artistas catalanes

Cataluña aporta al legado cultural universal dos épocas de especial esplendor creativo: la primera durante el primer medioevo, con una floración exuberante del arte románico, con monasterios, iglesias, ermitas y obras plásticas. La segunda se dio a finales del siglo XIX y principios del XX, en los años del Modernismo, que se desarrolló vigorosamente por toda la región y determinó la fisonomía de Barcelona con una plétora de edificios única en el mundo. Entre ellos destacan los de Puig i Cadafalch y los de Gaudí.

Además de esos dos grandes momentos, el siglo XX vio nacer en Cataluña un puñado de fuertes personalidades, algunas de las cuales han dejado su huella en la evolución del arte del siglo XX: Mariano Fortuny, José María Sert, Dalí, Miró, quizás el más importante artista catalán del siglo XX. Muchos de ellos se formaron en París para luego regresar, como lo hicieran también a principios de siglo Casas y Rusiñol; hoy, el centro de atracción para los artistas catalanes se ha desplazado hacia Nueva York y Berlín.

A inicios de los años cincuenta se formó en Barcelona el grupo Dau al set, en el que estaban integrados tres de las figuras más interesantes de la plástica española de la segunda mitad del siglo: Joan Ponç, Joan Brossa y Antoni Tàpies; la de éste es por ahora la última aportación catalana al canon establecido del arte contemporáneo.-

El teatro catalán: una inmensa vocación europea

Durante la época franquista, el teatro y la cultura en general sufrieron una censura feroz. La simple aspiración a la europeidad era un acto de rebeldía, y la cultura, un arma en la lucha contra el franquismo. Eso explica la necesidad de los intelectuales de viajar y traer de contrabando las novedades prohibidas. Autores, actores, directores y pedagogos sigueron este camino, cristalizado en el teatro independiente, con un espíritu anárquico, impulsivo, mediterráneo. Entre ellos, Ricard Salvat y Fabià Puigserver. Él impulsó el Teatre Lliure, miembro de la Unión de Teatros de Europa, que con una programación atenta al mejor repertorio del teatro mundial ha sido el gran referente en Cataluña.

Albert Boadella (probablemente el creador más relevante del teatro independiente) y Els Joglars, o Joan Font y Comediants, propiciaron también el camino de la europeidad y dieron, a su vez, el salto internacional, como hizo más tarde La Fura dels Baus, gran revulsivo del teatro catalán. En plena democracia se incorporó Josep Maria Flotats, procedente de la Comédie Française e impulsor del Teatro Nacional de Cataluña. Entre los nombres propios destacan Lluís Pasqual (uno de los hombres de teatro más internacionales de la escena catalana, director, entre otros, del Odéon-Théâtre de L'Europe), Calixto Bieito y Sergi Belbel, estos dos pertenecientes a la generación posterior al teatro independiente; son la punta del iceberg de un colectivo de profesionales preparado para hacer de Barcelona una de las capitales teatrales de Europa.-

Traducció de Belén Ginart

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