Sainete trágico

Esta mala mujer golpea y maltrata a su padre anciano, le amenaza con la residencia, le da una bofetada. Su marido está en la cárcel porque a ella la dio una paliza de muerte; pero ya sale, ya vuelve a la casa y ella teme lo peor: que quiera matarla, o vengarse. Así que cuando vuelve, le engatusa, le ofrece sexo, sale a bailar y a beber con él: cuando se queda dormido, le encierra en la cocina y abre la llave del gas, mientras abre las ventanas de la casa para salvarse ella. Cuento lo que vi y escuché, pero al parecer se debe a mi condición de hombre, que difícilmente me permite asumir la realidad de las cosas. Copio del texto de los autores: 'María está forzada, porque a ello le obliga el entorno social y la mentalidad que, por ahora, impone las reglas del juego, a asumir su legítima defensa, aunque ello suponga el sacrificio de otra pieza del tablero'. No soy partidario de esta moral. Los autores han colocado un monólogo del marido después de muerto -el único que se sale del realismo trágico del sainete- para que él mismo confiese que si no le hubieran matado a él, él hubiera matado a la mujer. Ciertamente que además de esa coartada latente hay otras escénicas: es el malo del sainete, los autores y el director han cargado sobre él los efectos de lenguaje, gesto, contoneo, silboteo y sonrisa cruda y amenazadora. Pesa sobre el actor, Antonio Valero, porque tiene que interpretar con antinaturalidad, mientras sus compañeros pesan realmente como seres vivos: Ana Belén está muy bien de gesto y palabra, de descripción de carácter, y rinde culto al naturalismo haciendo una magnífica tortilla de patatas; y Otegui vive el personaje con su sabiduría de siempre. En general lo que pesa sobre todo es esta recomendación de tomarse la justicia por su mano, la necesidad de una tesis oportunista. Una cosa es el teatro sobre la realidad, que es algo muy necesario en un arte que se ha vuelto escapista para ir salvándose, y otra es la trampa para recomendar la violencia como defensa 'en esta España negra'.

Es casi innecesario decir, tratándose de este teatro, este director, José Luis Gómez, de los nombres de Hinojosa y los actores, que está hecho con perfección, y que la teatralidad está por encima de todo. Gómez ha acudido a unos juegos infantiles como el de hacer pasar un tren mecánico y colocar la maqueta de un suburbio no sé si conscientemente para alejar toda la realización de lo que hubiera sido un teatro de adultos sobre un tema serio, grave y profundo como es la violencia conyugal y los ataques de la fuerza del hombre a la debilidad de la mujer: que, en efecto, llegan frecuentemente al crimen.

El público estaba de parte de la tesis, de los grandes actores y del director y aplaudió y se puso en pie. Era el agradecimiento a un trabajo enormemente duro en escena, y muy logrado.