'Las ciudades hacen hoy más fugaces a los artistas'
Álvaro Salvador (Granada, 1950) acaba de obtener el Premio Casa de las Américas, de La Habana, por su libro de ensayo El impuro amor de las ciudades, en el que analiza, a través de diferentes escritores, cómo el modernismo en las ciudades, y la eclosión de las grandes urbes, influyeron en la literatura. Catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Granada y autor de una obra poética con la que ha obtenido premios como el García Lorca, el Ciudad de Granada o el Hermanos Machado, Salvador centra su mirada en escritores como Julián del Casal, Rubén Darío o José Asunción Silva y en cómo sus peripecias personales y literarias lo han llevado a una convicción: 'Las ciudades moldean hoy al escritor porque intensifican su actitud nerviosa, y afectan a los artistas porque los hacen más fugaces'.
'Las grandes ciudades intensifican la actitud nerviosa de los escritores'
Pregunta. ¿Qué supone para un poeta y catedrático de Literatura Hispanoamericana un premio como el Casa de las Américas?
Respuesta. Imagínese... Me alegra muchísimo, porque tanto la institución, la Casa de las Américas, fundada por Roberto Fernández Retamar, como el premio, siempre han sido como una especie de mito para quienes estamos interesados en la literatura hispanoamericana. Es un reconocimiento a un esfuerzo en ese campo. Creo que también servirá para que en la Universidad de Granada se consoliden los estudios latinoamericanistas.
P. El impuro amor de las ciudades parece un ensayo curioso...
R. El título está tomado de un verso de Julián del Casal, a quien dedico parte de mi estudio, tanto en su labor como periodista y escritor, como en su relación con la ciudad de La Habana. El ensayo parte de la idea de que el cambio de hábitat, la aparición o el crecimiento de las ciudades hacen que cambien las relaciones sociales y cambien también aspectos de la realidad. He analizado también la relación de Rubén Darío con Santiago de Chile y Buenos Aires, y la del colombiano José Asunción Silva con París, Bogotá y Londres.
P. ¿Moldean las ciudades al escritor?
R. En esta época sí. En la obra de quien se puede apreciar eso perfectamente es en la de Charles Baudelaire. La transformación que impulsó Napoleón III en París afectó intensamente a Baudelaire. Quería comprobar si esa misma transformación se dio también en escritores hispanoamericanos. Descubrí que la relación entre ellos y las ciudades es mucho más importante que la de los escritores europeos.
P. De ahí los intensos amores, por ejemplo, de García Marquez con Macondo, o de Vargas Llosa con Lima...
R. Sí. Eso ya se percibe perfectamente en la literatura del siglo XX. Y es que hay un dato curioso. La vida social de las grandes multitudes, las grandes bulevares, las grandes avenidas... eso, hasta comienzos del siglo XX, no había existido nunca. Todo eso es absolutamente nuevo. Y trae un cambio. Los escritores son de los primeros en percibir esa transformación. Casal, por ejemplo, escribe en sus crónicas la fascinación que siente por los grandes almacenes, por la vida social. La literatura, a partir de la aparición de las grandes urbes, se convierte en algo más intenso y también más fragmentado.
P. ¿En qué medida moldean las ciudades a los escritores?
R. Las grandes ciudades lo que hacen es intensificar la actitud nerviosa de los escritores. El estrés, la agonía urbana, eso no existía antes de la aparición de las grandes urbes. Y eso afecta mucho a los artistas, sobre todo en el sentido de la fugacidad. Baudelaire decía que el arte, con las ciudades, era moderno y fugaz. De ahí, por ejemplo, el impresionismo en la pintura. Todo es fugaz e inmediato, cualquier cosa queda desfasada rápidamente. El fenómeno de las grandes ciudades ha hecho también que la literatura sea más inmediata, fugaz.
P. ¿No sintió la tentación de analizar la relación de García Lorca con Nueva York?
R. Sí. Lo que sucede es que sobre Lorca ya existen muchísimos estudios. Sí es curioso, porque cuando Lorca va a Nueva York, su capacidad de impresión entonces es prácticamente rural. Su choque con Nueva York es terrible, y es un asunto interesante. Pero ya hay mucho escrito.
P. ¿Y de Granada?
R. Granada es justo el fenómeno contrario, porque lo que a un escritor le interesa de la ciudad no es tanto lo urbano contemporáneo como lo urbano antiguo.
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