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Anand: mejorar el karma

"Me siento feliz y, además, he mejorado mi karma, después de tantos años de sufrimiento para lograr este título". Viswanathan Anand, indio e hindú, residente en Collado Mediano (Madrid), dijo eso en diciembre de 2000, poco después de proclamarse campeón del mundo oficial. Ahora, a los 32 años, ha perdido la corona pero quiere seguir acumulando buen karma. Para ello, nada mejor que triunfar en el torneo de Linares, desde el día 23.

En la filosofía hindú, el karma es el conjunto de acciones personales, buenas o malas, que van ligadas al alma mientras esta transmigra hacia otra vida, cuya calidad será directamente proporcional al nivel de karma logrado en la encarnación anterior. Al convertirse en campeón del mundo, Anand (que significa feliz, en tamil) aportó felicidad a millones de indios, hindúes o no, y logró que el ajedrez volviese a ser muy popular precisamente en el país donde se inventó hace más de quince siglos, según dicen casi todos los historiadores.

Ese enorme respaldo popular agrandó el dolor de Anand hace dos meses, cuando fue eliminado por el ucranio Vasili Ivanchuk en las semifinales del Mundial de Moscú. Probablemente por la tensión acumulada en las rondas anteriores, el indio perdió la concentración y el sentido del peligro en la cuarta, y decisiva, partida frente a Ivanchuk.

Lo paradójico es que eso ocurrió cuando todo indicaba que había logrado el equilibrio físico, psicológico y técnico que se requiere para ser campeón del mundo. Si se acepta que el triunfo es la suma de talento y trabajo, Anand acumula ambas virtudes en cantidades industriales. Desarrolló el talento innato desde la niñez, jugando incontables partidas rápidas en el club de ajedrez del consulado soviético de Madrás (ahora, Chennay), su ciudad natal. Sus primeras apariciones en los torneos de élite, y especialmente su inmensa rapidez de reflejos, bastaron para catalogarle como uno de los mayores genios que ha dado el ajedrez.

Después vino el trabajo duro, siempre con su entrenador, el georgiano Elizbar Ubilava, y a veces con la ayuda de analistas, como el español Pablo San Segundo. También incluyó en su entrenamiento una visita diaria al gimnasio. Le faltaba algo que probablemente no logrará nunca, por su temperamento: el 'instinto asesino' que distingue a Gari Kaspárov, quien le derrotó en el Mundial oficioso de 1995 (Nueva York), y Anatoli Kárpov, su verdugo en el oficial de 1998 (Lausana). Pero lo suplió con experiencia y preparación psicológica. Lograda la madurez deportiva, conquistó el cetro de la Federación Internacional (FIDE) en los últimos días de 2000, tras derrotar fácilmente al español Alexéi Shírov en Teherán.

Ahora debe volver a empezar. Para ello se ha concentrado durante varias semanas en Alemania y ha completado su preparación en Collado Mediano, en consecuencia con lo que anunció poco después del disgusto ante Ivanchuk: "Ha sido muy duro, pero mi mente ya está en Linares, que es un buen sitio para sacarme la espina". Y también para recuperar el karma perdido.

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