El regreso de un mito
El Atlético ficha a Luiz Pereira para dirigir a su equipo filial por su calidad de símbolo más que por su currículo como técnico
Edmundo Luiz Pereira (Juazairo, Brasil; 1949), un defensa central zambón, pero elegante y capaz de bailar un vals en la media luna de su área, se marchó del Atlético por la puerta de atrás, entre gritos y acusaciones, en septiembre de 1980. Ahora, sin embargo, regresa al club convertido en 'un símbolo', aunque algo desfigurado por los kilos y los años. Su destino: hacerser cargo del equipo filial rojiblanco en sustitución de Carlos García Cantarero, cedido al Levante.
'Es un mito', insiste Paulo Futre, el director deportivo del Atlético. Un mito del imaginario rojiblanco que, como entrenador, sólo ha podido dirigir a un par de conjuntos menores de la Segunda División paulista. 'Ni sé su currículo ni me importa. Sólo sé que tiene muchas cosas que transmitir a la gente joven', sostiene Futre.
Pereira tampoco aporta muchas pistas sobre su labor como técnico. 'Mi planteamiento es el de tener respeto al adversario y humildad', explica con vaguedad. Los primeros contactos con él del club rojiblanco se remontan a hace cinco meses, durante una de las frecuentes visitas del ex jugador a Madrid, donde conserva tanto amistades como negocios.
'Con Luiz vamos a ganar en el contacto directo con la primera plantilla', asegura Futre. El portugués sentencia que la principal tarea del filial es 'sacar a jugadores jóvenes para el primer equipo'. Luis Aragonés le conoce muy bien desde que le dirigió desde el banquillo rojiblanco. Una circunstancia que facilitará 'una mayor conexión', en opinión de Futre, que insiste en que su idea es la de 'incorporar a jugadores que han hecho historia en esta entidad'.
Pereira jugó cinco temporadas en el Atlético desde 1975. En el estadio Calderón hizo famosa su templanza para sacar el balón jugado desde atrás, aunque ello supusiera a veces un escalofrío de temor en las gradas, y un vistoso collar verde. Jugó 143 encuentros y marcó 14 goles. Ganó una Copa del Rey (1976) y una Liga (1977). Un título, el liguero, que se decidió en el estadio Bernabéu, frente al Real Madrid, en el último choque de la temporada. Antes de acabar el primer periodo, un espectador le lanzó un bote de cerveza. Pereira lo recogió del césped y se puso a beber. 'Fue peor. Entonces sí que se enfadó el público. Pero yo lo hice por dar alegría', explicó. 'Es mi manera de entender el fútbol: como algo divertido', insistió.
El epílogo de su carrera, tras ser despedido del Atlético con 31 años, a la llegada de Alfonso Cabeza a su presidencia, fue un prolongado peregrinar por equipos brasileños. Tan prolongado, que se retiró definitivamente en 1994, casi a los 45 años. Su último destino profesional fue la Portuguesa, en 1985.
El prólogo es la historia de un chico humilde en una pequeña población, Sorocaba, a la que su familia se trasladó en busca de trabajo cuando tenía tres años. Pereira tuvo que ponerse a trabajar en una pastelería a los 10 para ayudar económicamente en casa. 'Mi niñez fue tranquila, dentro de las dificultades que pasa quien no tiene dinero', declaró en su día. A los 15 años fue fichado por el São Beato, un modesto club que le sirvió de trampolín para dar el salto hasta el Palmeiras. En él jugó ocho temporadas hasta que el equipo brasileño fue invitado, en el transcurso de una de esas giras veraniegas que sirven de escaparate a los futbolistas suramericanos, a participar en el trofeo Ramón de Carranza. El Atlético se fijó en aquel central sútil y descarado, mundialista en Alemania 74, y ese mismo verano ya era parte de su plantilla.
Un cuarto de siglo después, la cercanía del centenario del club rojiblanco, en 2003, unida al empeño de Futre de rodearse de las viejas glorias, ha devuelto al Calderón a Pereira, uno de los jugadores más admirados por los aficionados rojiblancos.
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