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Reportaje:

El momento del PP

El silencio es ensordecedor en el Partido Popular. Lo explica muy gráficamente Francisco Álvarez Cascos, quien a sus innumerables títulos -llegó de concejal de Gijón a vicepresidente del Gobierno sin saltarse un escalón- adjunta estos días otro galardón no homologado, el de ser el único dirigente capaz de contradecir públicamente la palabra del jefe y sumo hacedor del PP, José María Aznar. La propuesta de Cascos para que Aznar reconsidere su palabra y se vuelva a presentar está causando un gran revuelo, que el actual ministro de Fomento atribuye precisamente a la comodidad de un partido instalado en el poder: 'A mí me ha hecho protagonista el silencio de la inmensa mayoría. Y una mosca en el silencio hace ruido'.

Es un partido cohesionado gracias a una disciplina férrea, la comodidad de una ideología difusa, donde cabe casi todo, y el poder que actúa 'como un faro en la costa'
Del Castillo: 'El 'corpus' ideológico del PP ha cuajado porque es sólido y se basa en un consenso muy real de identidades muy distintas que conviven bien'
Rogelio Baón: 'El PP siempre ha sido una formación fuertemente presidencialista, en la que todo gira en torno al que la preside, sea quien sea'

El PP está tan obsesionado hoy por hoy con gestionar el proyecto de Aznar que ha relegado hasta hacerlos inexistentes los debates internos en el partido. Tanto que en las reuniones mensuales de la junta directiva o el comité ejecutivo resulta exótica cualquier pregunta o intervención fuera del guión establecido. Una placidez que los dirigentes atribuyen a tres causas fundamentales: la disciplina férrea, clásica en un partido presidencialista; la comodidad de una ideología moderada, donde cabe casi todo, y el poder que actúa 'como un faro en la costa', en palabras de Rogelio Baón, uno de los dirigentes más veteranos, uno de aquellos pata negra que fundaron con Manuel Fraga Alianza Popular tras la muerte de Franco y que todavía hoy conserva su escaño en el Congreso de los Diputados. Tres ingrendientes básicos -disciplina, ideología suave y poder- que conectan 'con el actual talante mayoritario del país', según Gabriel Elorriaga, uno de los jóvenes ideólogos liberales más próximos a Aznar y que, a diferencia de Baón, pidió la afiliación al partido hace algo más de un año, el mismo día que el presidente del Gobierno lo nombró secretario de Estado de Ordenación del Territorio.

El PP celebra el próximo fin de semana su 14º Congreso Nacional. Nada tiene que ver el partido de hoy -630.000 militantes y 10.300.000 votos- con el que Aznar se encontró en 1990: un tercio de afiliados y la mitad de votantes. Este periódico ha entrevistado a una docena de dirigentes del PP de las procedencias y generaciones más diversas. A todos se le ha hecho la misma pregunta: ¿de qué forma conviven en el PP políticos tan dispares como Fraga y Pilar del Castillo, un ex franquista y una ex comunista, sin que nada chirríe? Y casi todos han pronunciado la misma frase: 'El PP es un partido cómodo'.

'Y es cómodo porque los grandes discursos se plantean de forma coherente. Puede haber discrepancias, pero se solventan si se nota que las propuestas no son caprichosas, frívolas o coyunturales, si no son para salir del paso o apresuradas'. Lo dice Francisco Camps, vicepresidente primero del Congreso de los Diputados y el candidato con más posibilidades de sustituir a Eduardo Zaplana al frente de la Generalitat valenciana.

El gusanillo de la política

Camps, de 39 años, habla ahora desde su despacho en el Congreso y recuerda que fue en 1982 y en la cafetería de la facultad de Derecho de Valencia donde probó por primera vez el gusanillo de la política. Un grupo de jóvenes de su edad y sus mismas inquietudes coincidieron en que la única opción viable de llegar algún día al poder que ese año estrenaba de forma arrolladora el PSOE era la Alianza Popular de Fraga, ya entonces en su techo de cinco millones de votos. Camps cae en la cuenta de que aquel grupo de jóvenes y otros que conoció poco después en las Nuevas Generaciones del partido -Esteban González Pons, Gerardo Camps, José Manuel Nuncio, Víctor Campos, Pedro Calvo, Rafael Hernando, Tomás Burgos, Carlos Iturgaiz, Juan Casares y Ricardo Tarno- ocupan hoy puestos de la máxima responsabilidad en distintas instituciones gobernadas por el PP.

Todos estos nombres, que evidentemente se sienten muy cómodos en el PP porque apenas hubo frontera entre el final de la Universidad y el inicio de su carrera política, representan quizá la forma más clásica de llegar y triunfar en un partido. Pero hay otras, radicalmente distintas, como la que, por ejemplo, demuestra Pilar del Castillo, hoy ministra de Educación nombrada por Aznar, pero en 1976 militante del PCE. Y también ella se siente a gusto: 'El corpus ideológico del PP ha cuajado porque es sólido y se basa en un consenso muy real de identidades muy distintas que conviven bien, sin ningún desasosiego'. Se refiere Del Castillo a la estabilidad básica que proporciona a España y a su partido la Constitución de 1978. La ministra define como 'tránsito de manual' y 'evolución pausada' su peregrinaje desde el activismo comunista de los años universitarios a compartir el partido con Fraga. 'En 1979 fue la última vez que voté al PCE; en 1982, ya desde Estados Unidos, donde profundizaba mi formación profesional como socióloga, voté al PSOE, y en 1986, ya de regreso, opté por la Operación Reformista de Miquel Roca'. Aunque manteniendo su independencia, Pilar del Castillo fue fichada por José María Aznar para montar, a la manera que ya existía en el mundo anglosajón, una fundación ideológica -la FAES- que modernizara y definiera el espacio de centro.

En la FAES coincidió con Gabriel Elorriaga, ahora su compañero en la ponencia sobre El Estado en el siglo XXI del congreso del PP, que jamás ha dado un mitin político. Elorriaga, hijo de otro histórico del partido, otra manera de crecer en el PP, nunca quiso militar en la formación 'muy de derechas' en la que estaba su padre. Pero también se siente bien en este PP: 'Comodidad no quiere decir indefinición. De hecho, nosotros no tenemos grandes traiciones a nuestro ideario programático, somos moderados en todo y no radicales en nada, como el país, que es muy tolerante'.

Cuando Cascos, por su parte, valora ahora las aportaciones al PP de ese tipo de fontaneros, ideólogos y jóvenes cachorros que acceden directamente a despachos del poder, reclama también un poco de atención a 'la cultura y la conciencia del partido'. Cascos pone como ejemplo de esa 'evolución ejemplar' a Josep Piqué, ahora ministro de Asuntos Exteriores: 'Cuando fue nombrado como independiente en 1996 ministro de Industria se enfrentó a importantes reconversiones en el sector minero y naval, y tras unos primeros titubeos se dio cuenta de la importancia de contar con el partido. Por eso creo que sería dramático que un señor de Nuevas Generaciones no sepa que cuando llega y ocupa un despacho, con teléfono y secretarias, es gracias a los históricos, que llevamos a esta organización a ese nivel de confort'.

Rogelio Baón reconoce, en este sentido, que a veces en el partido no sienta demasiado bien que Aznar nombre a alguien de fuera para un cargo, 'aunque el presidente está en su derecho'. Baón tiene ahora 59 años, preside la comisión de Defensa del Congreso y fue fichado en 1975 por Fraga desde la subdirección de informativos de RNE para que le montara el aparato de prensa en el Ministerio de Gobernación.

El hoy director de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso, de 51 años, fue presidente del PP de Valladolid durante 11 años, en una época donde la fe en el partido consistía en pagar del propio bolsillo los gastos de teléfonos y el alquiler de la sede. 'Hay que reconocerle ese mérito principalmente a Aznar, que no lo tuvo fácil desde el principio, cuando llegó de diputado a Ávila, y que supo ganarse luego la confianza de todos los sectores del partido'. López Valdivielso defiende con su propio ejemplo la capacidad de compaginar experiencia y juventud en los equipos de gestión. Su jefe de Gabinete, Ignacio Cosidó, es otro de los impulsores de las fundaciones ideológicas del PP.

María del Carmen Fúnez, de 27 años, presidenta nacional de Nuevas Generaciones, la organización juvenil del PP, con 65.000 afiliados, rechaza la acusación de 'jóvenes pijos de derechas' que se acercan a la política para medrar: 'Cuando yo me afilié, hace seis años, no me planteé hacer carrera para conseguir algún cargo, empecé de afiliada de base en mi pueblo, Almodóvar del Campo, en Ciudad Real, porque no había Nuevas Generaciones, y veía que se podían conseguir hacer cosas concretas desde la participación política, como muchos otros jóvenes comprometidos con otro tipo de asociaciones culturales, deportivas u ONG'.

Una definición para la que tiene una respuesta contundente desde la oposición el secretario general de las Juventudes Socialistas, Herick Campos: 'Nosotros sí somos una organización política, y no una ONG, como parecen las NN GG del PP, que dicen que no quieren entrar en política'. Fúnez sostiene en cambio que se puede ejercer la política y la crítica también desde dentro de un partido en el Gobierno sin caer en la trampa del conformismo: 'Se puede trabajar de otra manera. Nuestro objetivo ya no es cargarnos una ley saliendo a la calle, como en el caso de la Ley Universitaria, sino enmendándola y mejorándola en el Parlamento. Así también se hace política'.

Otra de las circunstancias que centró, según sus dirigentes, el discurso del PP fue precisamente el contacto con el poder. 'El año 1991', explica Gabriel Elorriaga, 'supone el contacto con el poder de verdad, conocer la gestión de las instituciones públicas. Obliga a forjar un mensaje más realista'. Desde entonces hasta ahora el PP no ha dejado de copar poder y para ello ha tenido que ensanchar su base social.

También hay otra circunstancia que destacan los dirigentes del PP para explicar su actual carácter, y no es otra cosa que la derrota inesperada de 1993. 'Entonces', recuerda Elorriaga, 'no se cambiaron las ideas, porque el discurso ya era muy coherente, pero sí la táctica'. Se inició entonces la legislatura más dura para el socialismo español. Desde los bancos de la oposición, Aznar, inspirado por su portavoz, Miguel Ángel Rodríguez, acuñó la famosa frase: '¡Váyase, señor González!'.

'Nuestra posición fue tan dura', admite Elorriaga, 'que los mensajes contra el PSOE se interiorizaron a fuerza de repetirlos y hoy constituyen una vacuna doble'. Desde su altura en la vicepresidencia del Congreso, Francisco Camps aún constata los resultados de aquella campaña, que duró tres años, que se certificó en las elecciones generales de 1996 y que, a su juicio, todavía pasa factura al PSOE. 'Hemos aprendido, y bien', asegura Camps, 'de los errores del PSOE. Ahora veo que el socialismo sigue roto. Los nuevos portavoces, inexpertos, están más pendientes del efecto que provocan sus intervenciones en sus propias filas, en los barones descabalgados, que en los bancos del Gobierno'. Gabriel Elorriaga constata como otro factor de coherencia del PP que en este partido no existe la gran capacidad de influencia de los barones, como ocurre en el PSOE, aunque la presencia territorial es grande.

Baón entiende que la ventaja del PP es que está 'enraizado desde abajo a arriba, no es un partido de cuadros o funcionarios, como era la UCD. Y eso se nota en que ante los vaivenes de la sucesión el partido no se ha conmovido'. Pero, además, acepta que el PP siempre ha sido una formación 'fuertemente presidencialista, en la que todo gira en torno al que la preside, sea quien sea, y sólo su escrúpulo democrático permite discutirlo todo. Eso unifica por arriba. El PP no es asambleario. Está claro quién manda, dónde está el punto de referencia del poder, y todo lo demás es instrumental'. Baón acaba de publicar un libro sobre la historia de AP hasta su refundación, en 1990.

Un estilo poco florido

La propia Pilar del Castillo abunda en la importancia de la manera de ser de Aznar para dirigir el PP como una de las causas que aglutinan esfuerzos y corrientes diferentes: 'Su estilo sobrio, poco florido, no permite dar pábulo a entretenimientos con especulaciones. Cuentan más las obligaciones'.

Del Castillo, que lleva en las cercanías del PP como independiente formal desde 1989, pero milita tan sólo desde el pasado verano, habla también del valor del sufrimiento, de las derrotas, 'de sudar la camiseta'. Cascos se apunta en gran parte ese logro, para él y lo que representa: 'En el congreso del PP de la refundación de 1990 en Sevilla yo fijé en la ponencia estratégica que había que impulsar un partido más cómodo para muchos españoles y ganador'. El ministro recuerda ahora que aquella optimista proclama provocó 'la carcajada general' y muchas enmiendas.

También Ricardo Tarno, presidente provincial del PP de Sevilla y uno de los hombres de Javier Arenas, ese sector democristiano que tanto costó encajar en el PP, habla de disciplina. 'Somos disciplinados desde la libertad', presume, 'y eso tiene sus enormes ventajas y también algún inconveniente, porque fue precisamente la indisciplina la que llevó a Alianza Popular a no tener buenos resultados. Por eso hemos aprendido desde las experiencias personales'. Tarno pertenece a una de esas regiones donde el PP aún no ha tocado poder. 'Aquí el PSOE, desde su poder en la Junta, lo ocupa todo, y a veces es difícil encontrar personas dispuestas a desgastarse en una batalla tan dura. Aquí aún está por hacerse la segunda transición de la que habla Aznar'.

Votación en el congreso regional de la Comunidad de Valencia.
Votación en el congreso regional de la Comunidad de Valencia.EFE

Cascos: 'El congreso debe pedir a Aznar que revise su compromiso y gobierne hasta 2008'

FRANCISCO ÁLVAREZ CASCOS, ex vicepresidente primero del Gobierno, ex secretario general del PP durante una década y actual ministro de Fomento, pretende que el 14º Congreso del partido, que empieza el viernes, se convierta en un espaldarazo para que Aznar se suceda a sí mismo. Lo reconoce sin miedo o rubor por saltarse el guión establecido: 'La etapa de Aznar en el Gobierno no ha terminado ni terminará en 2004. Porque él ha querido llevar a España a la convergencia con Europa. Su proyecto está en el buen camino, pero no ha finalizado. Por ahora ha cambiado el signo de la trayectoria de España, la ha puesto en el rumbo y ahora le toca la fase final. El proyecto de Gobierno de Aznar acaba en 2008'. El ministro se topa, en primer lugar, con el compromiso contrario del presidente del Gobierno: 'Yo sé que Aznar es un hombre de palabra y no va a rectificar su promesa de no volver a presentarse a las elecciones generales en 2004. Pero hay que hacerle reconsiderar y que pueda sopesar argumentos personales y colectivos. El congreso del PP debe pedirle que revise su compromiso y decirle: 'Concédete un nuevo mandato para concluir esa nueva etapa sin incertidumbres'. Cascos parece ser consciente de los inconvenientes a los que se enfrenta por expresar abiertamente sus ideas: 'Él puede escucharme o no, y el congreso, hacerme caso o no, pero yo, al menos, tendré la tranquilidad de haberlo dicho. Algo que, por otra parte, piensan miles de votantes y de compañeros. A mí me ha hecho protagonista el silencio de la inmensa mayoría, y una mosca en silencio hace ruido. Este congreso puede ser el del éxito, la tranquilidad y el conformismo. Pero yo soy inconformista. Prefiero revisar las cosas cuando van bien'. Hasta ahora, los candidatos del PP se consensúan entre un grupo reducido de dirigentes, que después lo someten a la aprobación de la junta directiva nacional del partido. Cascos no quiere cambiar este sistema de elección porque considera que ha funcionado. Sin ir más lejos, en el caso de Aznar. 'No soy asambleario, soy coherente, no tengo preocupación por cómo se elegirá al sucesor, en eso existe un modelo y ha funcionado'. Álvarez Cascos defiende además que este congreso del PP no puede quedarse, como se pretende, 'en una reunión intrascendente o solamente de ideas'. Y propone una alternativa de calado: 'El reto de repensar el modelo de partido debe figurar en primera línea. Hay que tener en cuenta que los partidos siempre se debilitan mientras están en el Gobierno, y especialmente si no los refuerzas. Mi posición siempre ha estado comprometida con el partido. El silencio general que se observa en el PP ahora es de coincidencias, no de discrepancias, porque casi todos piensan como yo'. Continúe Aznar o no, Cascos defiende que este congreso debe reflexionar ya sobre el tipo de partido que heredará su sucesor: 'Si se deja correr la situación hasta que se produzca el cansancio y la sensación de que se ofrece más de lo mismo se corre el riesgo de que la alternativa se decante y nos desaloje del poder'. Cascos recuerda ahora que la iniciativa de la limitación de mandatos a la presidencia del Gobierno que ahora ha plasmado en sus dos polémicas enmiendas a la ponencia de Estatutos ya se abordó en 1995, cuando el PP pareció tocar el techo autonómico: 'Ganamos en muchas autonomías y planteamos un régimen de incompatibilidades porque no podía ser que una serie de hombres orquesta lo tuvieran que ser todo. Eso podía ser un tapón y la base de la ineficiencia. Aquello provocó enormes rechazos de algunos que ahora también protestan por mi propuesta, pero alivió el trabajo, por ejemplo, de los grupos parlamentarios. Hay que tener un modelo y un estilo de partido. Por ejemplo, mi secretaría general fue la que acabó con la moda de las gestoras. El poder del dedo de Madrid se ha transferido en gran parte a las organizaciones territoriales, pero hay que seguir disponiendo de un punto de referencia e influencia'. El modelo de PP que Cascos quiere ahora para el sucesor de Aznar es el de 'un partido más abierto a las bases, a los debates, a los congresos de los compromisarios, y no de silencios y disciplinas serias'. Cascos defiende más debates, especialmente en los congresos, pero siempre que 'al final se respeten los acuerdos'. Es lo que reclama con sus dos enmiendas a la ponencia de Estatutos sobre la limitación de mandatos: 'Hay que contrapesar el libre criterio de los candidatos con la importancia de lo que opinan los delegados en un congreso'. Cascos se remite como conclusión a una vieja frase suya, utilizada en los más cruentos combates internos que libró cuando era secretario general, pero le llamaban general secretario: 'Prefiero un partido sin Gobierno que un Gobierno sin partido'.

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