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Reportaje:ATLETISMO | La preparación de un campeón que quiere volver a serlo

Múnich, París y Atenas, pero antes Soria

Reyes Estévez se transforma y cambia Barcelona por el campo de la ciudad castellana con la vista puesta en las próximas tres grandes competiciones

Carlos Arribas

Reyes Estévez tiene un teléfono móvil que cuando se enciende muestra un mensaje. Tres palabras. Tres ciudades: Múnich, París, Atenas. 'Todas las mañanas el teléfono me recuerda por qué estoy aquí, en Soria'. Un proyecto a largo plazo que le llevó de la Cornellàa, que dicen los Estopa, tan admirados por Estévez, a la estepa castellana. Tres meses de agosto. Múnich es el Campeonato de Europa, en agosto de 2002; París es el Mundial de 2003; Atenas es los Juegos Olímpicos de 2004. El triple sueño de Estévez, quizás el atleta español de más talento natural, quizás el deportista que más ha desaprovechado las cualidades naturales. 'Ahí está', repite Estévez.

En Soria hay dos estaciones, el invierno y la de ferrocarril, se dice. Y en invierno, el 15 de diciembre, Soria es Siberia. 'Diez bajo cero anoche', dice Estévez. Y sonríe.

'He perdido dos kilos en el mes y pico que llevo en Soria, y eso que sigo comiendo bien'
'Había llegado a un callejón sin salida; corría el peligro de quedar estancado si seguía allí'
'Todas las mañanas el teléfono móvil me recuerda por qué estoy aquí, en Soria'
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Si el padre Duero no se hiela le falta poco. Y en el monte de Valonsadero, encinas desnudas, valientes pinos silvestres, el viento del Norte, frío, helado, corre libre, sólo molestado, apenas frenado, por grandes piedras, pequeños abrigos, algunas covachas. Allí hay ricos pastos, hierba dura donde las vacas, carnosas moruchas, son las reinas. 'Hay por lo menos 2.000 aquí, pastando, engordando', continúa Estévez.

Un chándal gris. Guantes y gorro azul marino. Zapatillas de correr. Reyes Estévez, un marciano en Soria, en territorio Cacho. O Antón. 'Me entreno con ello, todas las mañanas, aquí, en su bosque'. Hace años que la pareja de atletas sorianos, el campeón olímpico de los 1.500 metros y el doble campeón mundial de maratón, se entrenan en Valonsadero. 'Es un sitio extraordinario para entrenarse. Es durísimo. El suelo es desigual y nunca pisas en firme. Te endureces los isquiotibiales, haces cuádriceps. Es más duro que correr en la playa'. En el monte, tan pelado, tan abierto en invierno, hay dos circuitos, uno de 20 kilómetros y otro de nueve. Los dos están medidos. Suben y bajan, llegan a la laguna, pasan por el restaurante, la Casa del Guarda. 'Y no se cruzan. Es increíble. Puedes hacer 20 kilómetros, correr durante casi hora y media, y todos nuevos, sin volver a pasar por ningún sitio'. A 1.250 metros de altitud, la altura ideal, donde falta el oxígeno ni mucho ni poco. Lo suficiente para que el cuerpo se adapte y la sangre se enriquezca para compensar, pero no tanto, para no mermar la capacidad de rendimiento de los atletas. 'Corro sin pulsómetro, me guío por mis sensaciones. Sé cuando puedo forzar a un ritmo y cuando no. Me conozco bien'. Un atleta natural.

El atleta catalán respira, corre y se siente un hombre nuevo. Siente también que regresa a la infancia. 'Vas corriendo y ves cómo todo cambia, a cada zancada que das el paisaje es diferente. Corres y enseguida te olvidas del frío, del viento. Disfrutas. Y este paisaje no es nuevo para mí, es como el paisaje de mis vacaciones de chaval, cuando íbamos al pueblo de mi madre, en los Ancares, entre Lugo y León'.

Por las mañanas, ya al mediodía, cuando el sol ha deshelado los charcos, Estévez se entrena en Valonsadero. Corre y corre. Acumula los kilómetros junto a Cacho, que se niega a pensar en el declive; a Antón, que no sabe vivir sin correr, y su cuadrilla. 'Esto es el invierno, la época del volumen, de la acumulación. Es la base. Cuando corres 1.500 metros y en los últimos 300 quieres cambiar de ritmo, y luego otra vez, tienes que tener resistencia. La velocidad nace de la resistencia, y la resistencia la dan los kilómetros de invierno'. Estévez era de chico un atleta de resistencia pura. 'Les ganaba a todos porque se cansaban antes que yo, pero si no se canasaban no podía, no era nada rápido. Después, cuando era juvenil, cambiaron los músculos, es como si me nacieran fibras rápidas, y tuve cambios'.

Luego, por la tarde, nada más comer la comida que él mismo se cocina en el piso que le ha alquilado a Cacho, una pasta ('soy un especialista en pasta') y un filete a la plancha, a las cuatro, porque el sol se pone enseguida, toca estadio, pista sintética, series, entrenamiento de calidad. 'Y si hace malo vamos a la pista cubierta, que han hecho una de 200 metros en el pabellón del voleibol, espectacular, por encima de las gradas'.

El pelo de Reyes Estévez ya no es el rubio platino teñido que estilaba los últimos años. 'A lo mejor me lo vuelvo a teñir este verano, pero no sé'. Si el mediofondista, de 25 años, se teñía el pelo no era por estar a la moda o por llamar la atención. Lo hacía porque creía que se le notaba menos la alopecia galopante, las entradas, las calvas. 'Pero eso ya está olvidado, no lo puedo tapar más, me raparé como Roncero y los otros de 10.000 y ya está'. Estévez ha madurado. Él lo cree. También empieza a demostrarlo. 'He madurado, sí. Ahí está'.

Estévez fue un tiempo, sobre todo después de su bronce mundial en Atenas 97, con 21 años recién cumplidos, la gran esperanza del atletismo español, el hombre que nació para derrotar un día a Hicham el Guerruj, el dios. El atleta que lo era todo, clase, talento, instinto, fuerza. Un ganador. En el Europeo del 98 confirmó lo que se esperaba. En el Mundial 99 volvió a ser tercero. Un crack. Y ahí se acabaron las medallas y llegaron las polémicas. La no selección para los Juegos de Sydney. Las dudas antes de Edmonton. Las habladurías.

'Había llegado a un callejón sin salida'.

Reyes Estévez ya había estado en Soria antes. Fue en la primavera de 1999, antes del Mundial de Sevilla. 'Después de Edmonton [quedó quinto] vi que tenía que cambiar. Corría el peligro de quedar estancado. Además, Gregorio Rojo, mi entrenador de toda la vida, se jubilaba. Ya no tenía sentido seguir en el CAR de Sant Cugat'. Estévez necesitaba un aliciente, alguien con quien picarse, un empujón para salir todas las mañanas a entrenarse. Y un nuevo entrenador, como Enrique Pascual, el técnico de Cacho y Antón, que no le cambie mucho las cosas.

'Hago más kilómetros que nunca en mi vida, y estoy mejor que nunca. He perdido dos kilos en el mes y pico que llevo en Soria, y eso que sigo comiendo bien. En Barcelona había semanas que hacía 100 kilómetros, pero no muchas. Salía a correr solo por la carretera de las Aguas y se me hacía muy pesado'. En Soria corre con una cuadrilla y eso le motiva. Hay piques, acelerones, ataques. 'Si te ven flojear, te atacan. Hay que estar fuerte. Y ellos también están fuertes. Y Cacho asusta. Le veo campeón de Europa de 3.000 metros en pista cubierta. Yo estoy mejor que nunca y me cuesta seguirle'.

Cuando Estévez era el mejor infantil, el mejor cadete, el mejor juvenil, el mejor de todas las edades, tenía un compañero que también ganaba a todos. 'Estaba superdesarrollado. Era infantil y ya tenía pelo por todas partes. Todos los años batía las mejores marcas de su edad. Pero llegó un año y vio que le costaba bajar su marca, que no podía, que aparecía gente de su edad que empezaba a ganarle. No resistió más y lo dejó. Esto es el atletismo. Hay que seguir'.

Reyes Estévez siempre ha sido el mejor. Quiere seguir siéndolo. 'Aunque ya he ganado un Europeo, necesito volver a ganarlo. Y luego quiero hacer el Grand Prix y la Golden League. Y si es posible una gran marca en un mítin, 3 minutos 29 segundos o así. Y luego el Mundial. El Guerruj, que me dijo en Edmonton que se pasaba al 5.000, pero que no cambia. Cómo va a cambiar si con tres vueltas y media lo gana todo, por qué se va a pasar a las doce vueltas y media. Pero creo que se le puede ganar. Tiene una gran velocidad de crucero, pero no es rápido. Si es una carrera a 3 minutos 40 segundos, pienso que se le puede ganar'.

El Guerruj, el mejor, vive como un monje 11 de los 12 meses del año. Es parte de su secreto. 'Y yo seguiré viviendo en Soria si la cosa va bien. Seguiré con mi vida, entrenarme y a casa, tan cansado que a las diez de la noche me tumbo en el sofá y me cuesta moverme. Me he hecho de Canal Satélite y sobrevivo viendo películas. Y mi novia, que es andaluza, está ya con el proyecto de arquitectura y cuando termine espero que encuentre trabajo por aquí, por Soria, y que le apetezca estar por aquí. Y a Cornellà sólo en vacaciones'.

Reyes Estévez, entrenándose entre las vacas en el monte soriano de Valonsadero.
Reyes Estévez, entrenándose entre las vacas en el monte soriano de Valonsadero.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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